Cuando una persona da dinero a un candidato o partido político, lo hace porque espera recibir algo a cambio.
A pesar de un subsidio estatal, el mayor gasto para las campañas políticas es pagado por empresarios y amigos que de una u otra manera, esperan recuperar con creces su inversión. Esta recompensa se puede dar de diversa maneras:
El no pago de impuestos
La protección de sus bienes y su capital.
Facilidades, a veces ilegales, para que sus negocios prosperen.
La adjudicación de jugosos contratos con la nación.
Y con las familias poderosas en el interior del país pasa lo mismo. Ellas acostumbran a poner su dinero para que gane alguien de su confianza. De esta forma, la persona elegida sólo obedece a quienes tienen más tierras o son los más ricos, los que siempre han mandado en el pueblo.
LA POLITIQUERIA
Cuando se pierde de vista la nobleza de la misión política y la grandeza de esa vocación, se empequeñece la mirada, se pierde el aliento para las grandes tareas y sólo es posible mantenerse en la pequeñas máquinas de poder, en las influencias que tienen su precio, en el dinero fácil y la corrupción.
Todo eso es �politiquería� que, además del daño moral personal que causa a quienes degradan el sentido del quehacer político, provoca también un daño a la sociedad entera y a las posibilidades del bien común. La "politiquería" sucede fundamentalmente cuando se olvida que la política es un servicio a la sociedad en su conjunto, y se pasa a servirse de ella para fines individuales y mezquinos.
Antes de apoyar a un candidato asegurémos de que no sea un títere; que sea una persona transparente, respetuosa de la ley y sin compromisos politiqueros.
Lea, reflexione y comente este mensaje con su familia, con sus vecinos y con sus compañeros de trabajo.