Es como el cuento de David contra Golliat, son gigantes contra pequeños, la única diferencia es que en esta historia todos tienen un final feliz.
En las caras de alegrías de los pequeños gigantes de la equitación panameña, hay un denominador común, el amor por los caballos.
La pasión por los equinos, se lleva en la sangre, más que nada es una tradición familiar, de la cual ellos quieren participar.
El Club de Equitación Ecuestre de Clayton, nuevamente vuelve a ser el centro de reuniones y competencias para elegir a los binomios del año.
SIN MIEDO A NADA
Los caballos son inmensos, en ocasiones pueden ser indomables y agresivos, pero esto no amilana la decisión de los chicos de estar encima de ellos, y conducirlos por la pista de obstáculos.
Ejemplo de perseverancia, valentía y coraje son Madelaine Marino, Eduardo Melchior, Vivian Langman, Eya Foster y Paulina Zambrano. Todos están vinculados al mundo ecuestre desde antes de nacer.
Actualmente, todos ellos van a la escuela, por lo que tienen que ser muy disciplinados para distribuir su tiempo entre la familia, la equitación y las labores escolares.
La rutina para los pequeños domadores, es acudir a la escuela, regresar a casa para realizar sus tareas y para después brindarle toda la atención a los caballos.
El temor de recibir un golpe o caerse, está vigente en cualquier deporte, es por esto que la seguridad física como la que pueda tener a jinete sobre el caballo es esencial.
La única diferencia de la equitación con otros deportes es que el caballo se convierte en amigo, compañero y hasta confidente de quien se sube a su lomo.