La educación panameña ha tenido cuatro ministros en un año. Sin duda que esa inestabilidad se refleja en la calidad de la enseñanza en los colegios públicos. Parece increíble que cuando ya estamos a punto de culminar el primer semestre escolar, varias escuelas y colegios no han comenzado clases por estar sus aulas contaminadas con la fibra de vidrio.
Un ministro de Educación por año es el nuevo récord impuesto por la administración de la Patria Nueva.
Hay que reconocer que Salvador Rodríguez, el nuevo designado, tiene los créditos para desempeñar el cargo, pero poco será lo que pueda hacer durante las 14 meses de administración que le restan al gobierno. Su labor, más que académica, será la de adecuar los planteles para que se impartan las clases.
Por años se han hecho promesas de mejorar la educación, pero no se registran mayores avances; los resultados se observan luego en las universidades, donde los estudiantes no logran pasar las pruebas de ingreso.
No puede ser que en un país donde se invierten sumas considerables en la educación, los alumnos reciban una instrucción de baja calidad, en comparación que la enseñanza que se imparte en los colegios particulares.
Es una responsabilidad compartida del gobierno, docentes, estudiantes y padres de familia. No podemos proseguir con ese tipo de enseñanza, ya que a la postre estaremos produciendo profesionales mediocres.