Cuando usted, amable lector, vio en el periódico la foto del ex presidente
mexicano Carlos Salinas de Gortari, seguramente pensó que había sido enviado a Panamá por la INTERPOL para convertirse en nuestro primer condenado por cadena perpetua.
Pero no fue así: Salinas vino al Istmo en respuesta a una atenta invitación que le presentaron nuestros ministros de Comercio y Agricultura, miembros del mismo gobierno que se ha empeñado en aplicarle "mano dura" a la delincuencia, aunque sea en las postrimerías de su gestión.
Se trata del sujeto al que el respetable diario peruano "El Comercio", en su edición del 8 de agosto de 2003, describe como el artífice de la "estructura de corruptelas que hizo que varios cientos de millones de dólares del pueblo mexicano fuesen a parar a cuentas bancarias personales en varios paraísos financieros."
�Hay aquí una contradicción? Para nada: Lo que hay son distintas categorías de delincuentes.
Si usted es pobre y se roba una gallina, debe caerle el peso de la ley. Si usted es rico o influyente y se roba "cirimiles de millones de pesos"-como dicen en Chitré-se merece que lo inviten a dar conferencias o a construir la Patria Nueva.
�Cuántos ejemplos no tenemos en nuestro país! Para los que robaron en COFINA, el puente Van Dam, el Seguro Social y en tantos otros atracos de la dictadura, no hay cadena perpetua sino honores y nombramientos. �Sí se puede!