Los horrendos hechos de violencia y delincuencia que ha venido experimentando la sociedad panameña, ha conmocionado los cimientos de las familias, las entidades sociales y las instituciones gubernamentales, incorporando nuevos ingredientes a la creciente avalancha de estresores psico-sociales; que en gran medida están dando forma a estados anímicos, en la cual podemos destacar una mezcla de miedo, incertidumbre y rabia; que a su vez incita a la venganza y el ajuste de cuentas.
La evidente impotencia del ciudadano panameño, ante la criminalidad creciente, los está empujando a respaldar medidas radicales y unilaterales ("Plan Mano Dura a la Delincuencia"), y puede inducirlo a tomarse la justicia por sus propias manos.
Estos hechos ponen en evidencia el riesgo creciente de ver la violencia como un hecho natural y con ello perder la capacidad de indignación ante el dolor humano, del aprecio a la vida, al amor y sobre todo al empleo de la "razón".
Lo que ayer fue importante, hoy se transforma en urgente, las familias, las instituciones sociales y estatales, "deben iniciar un debate, y junto a éste el diagnóstico de los orígenes de esta violencia, y no sólo actuar contra sus efectos".
El "encierro" y la "pena capital" como medida absoluta, no ha ofrecido resultados esperanzadores para disminuir la violencia y la criminalidad.
Demos una mirada a los Estados Unidos; en donde el aparato policial y judicial es extraordinariamente punitivo.
La ciudad de Nueva York, implanta la pena de muerte, en septiembre de 1995. Se constituye en el Estado 37 de los Estados Unidos, en adoptar la pena de muerte.
"De acuerdo con esta ley, se utilizará la inyección letal contra 10 tipos de homicidios, que incluyen los asesinatos en serie, la muerte de jueces, oficiales de policía y funcionarios de prisiones, los crímenes con tortura, violación o secuestro y los asesinatos de personas que se encuentran en cumplimiento de su trabajo, como empleado de gasolineras, cajeros o taxistas.
En Panamá se empieza a escuchar voces que piden la "pena de muerte":
Cada vez que se aprueba la pena de muerte anunciamos el fracaso de nuestra capacidad de respuesta digna, de colocarnos por encima de nuestro lado criminal.
