�Puedes entrevistar a un señor de 96 años?, preguntó la editora. �De 96 años?, contesté imaginando lo difícil que sería conversar con una persona que quizás no me escucharía bien o peor aún que no podría hablar claro. Pero no fue así, cuando llegamos a la Casa de la Tercera Edad de Parque Lefevre, allí estaba él, Manuel Fletcher de pie conversando y sonriendo como un joven de 20.
Tomó mi mano y me dio un beso respetuoso, era evidente que no se dejó envolver con las costumbres de los jóvenes de ahora. En medio de la brisa fresca y el sonido de la guitarra, que invitaba a los amantes de los bailes de antaño a volar en medio de los elegantes pasos, comenzó su historia. "Nací el 25 de diciembre de 1909 y desde los 20 años bailo", manifestó el señor que todos los miércoles llega a practicar sus bailes de antaño a la Casa de la Tercera Edad. "Mi hijo más grande es el esposo de Alma Montenegro de Fletcher, tengo cuatro hijos y todos se graduaron de La Salle, tengo muchos nietos", comentó mientras nos revelaba que todos los sábados su familia se reunía en el Hotel Ejecutivo a tomar café, "mis nietos me adoran", aseguró, sus ojos le brillaban, delataban que gran parte de su felicidad y fuerza eran producto del amor de su familia.
La curiosidad no nos permitía seguir, necesitábamos conocer cuál era el secreto de 96 años y todavía ser un roble.
�l no dudó en confesarlo: "No como carne, y dos veces al día tomo un batido de vegetales", manifestó, pero esto no era todo, asegura que cuando se despierta, se sube en una bicicleta estática que tiene en su casa y hace ejercicios, esta misma rutina la repite en horas de la tarde.
Además, no falta a sus citas con el médico. Con el pecho lleno de orgullo contó que cada vez que llega al consultorio, el médico le dice a los demás pacientes: �quién conoce a este señor? Y les cuenta que tiene 96 años, baila y lleva una vida de lo más normal.
TODO UN PROFESIONAL
�l no sólo es un gran bailarín, también lleva otro gran honor en sus hombros: fue el primer panameño en tener un diploma de reparación de instrumentos de aviones, este título lo obtuvo por correspondencia.
Todavía recuerda cuando ganó la oportunidad de especializarse en Estados Unidos y su jefe le decía a todos los que trabajaban esta rama que ninguno de ellos tenía diploma y el panameño sí.
El conocimiento del idioma inglés y su título lo llevaron por años en la antigua Zona del Canal y en la Fuerza Aérea.
Allí instruyó a muchos jóvenes, quienes hoy le agradecen cada una de sus enseñanzas.
Manuel cuenta que al jubilarse le dieron la oportunidad de abrir su propio taller, el que tuvo por muchos años, pero todavía ayuda a quienes se lo piden.
Con una sonrisa en sus labios, confiesa que quiere vivir hasta que Dios se lo permita, ya que ha hecho todo lo que ha querido.