El cine Providencia estaba lleno de gente ese día en Santiago de Chile. Una enorme multitud ansiosa, que había pagado un precio exorbitante por la entrada, esperaba que comenzara la función. Se estaba proyectando �Jesucristo Superestrella�. Pero todo parecía andar mal ese día.
La película se había cortado tres veces. El sonido estaba pésimo, el aire acondicionado no funcionaba y la copia de la película, por lo vieja, estaba llena de rayas.
El colmo fue cuando la película se cortó por cuarta vez y, luego de una espera insoportable, un funcionario menor del cine anunció que se suspendía la función por falta del rollo final de la película.
El público inició un motín y reclamó la devolución de su dinero. Pero los empresarios habían desaparecido, y el encargado de la taquilla se había fugado con el dinero. �Sin Cristo y sin Barrabás� fue el titular jocoso de algunos diarios chilenos el día siguiente.
La verdad es que en este mundo parecen haber muchos más descendientes de Barrabás que de Cristo. Hay muchos más ladrones que gente honrada, más estafadores que gente decente, más engañadores que personas veraces.
Esto nos lleva a considerar un problema enraizado en la condición humana: �Por qué hay más mal que bien en el mundo? �Por qué hay más diablos que ángeles, y más pillos que santos? �A qué se debe que por cada hombre que sigue las pisadas de Cristo parecen haber cien que siguen las de Barrabás?
La verdad es que la Biblia dice que el bien nunca triunfará por completo sobre el mal mientras Cristo no venga a reinar en este mundo. Habrá siempre una lucha constante. A veces triunfará el bien; a veces triunfará el mal.
La solución está en que cada uno de nosotros internamente obtengamos la victoria sobre nuestro propio Barrabás y dejemos que Cristo tome posesión de nuestra vida. Cuando Cristo sea el dueño verdadero de nuestra mente, corazón y voluntad, habremos vencido a ese Barrabás que todos llevamos dentro. Sólo Cristo puede darnos plena victoria.