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Sin embargo, no puedo evitar gastarme todo

Redacción | Crítica en Línea

Llega la quincena y sabemos que estamos hundidos en deudas y obligaciones que debemos pagar.

Hacemos un presupuesto para los próximos días, en que incluimos lo que debemos pagar en comida, en cuentas de luz y teléfono, comida, transporte, colegiatura de los niños y otras cosas necesarias. Hasta ahí todo está bien.

Luego, salimos del trabajo y pasando frente a un almacén vemos un tremendo par de zapatos que nos llaman desde el otro lado del escaparate. Lo pensamos una, dos y tres veces.

"Estoy medio limpio, pero �chuleta que zapatos más bonitos!", nos decimos para nuestros adentros. Entramos al almacén, nos los medimos, nos miramos al espejo, y unos cuantos dólares después, nuestro presupuesto quincenal se fue por el caño.

No resultaría tan grave si no fuese porque la quincena pasada hicimos lo mismo, y la anterior, y la anterior. Lo único que ha variado, ha sido el artículo del cual nos enamoramos.

Y mientras pasan las semanas, las cuentas de la luz, del agua, del teléfono, de las mensualidades de la casa y del carro se acumulan y acumulan.

Seis meses después, nuestra nave está reposeída y la luz cortada. Ni siquiera tenemos el consuelo de estar bien enzapatados, porque ya se les están desprendiendo las suelas, y cuando un vecino te lo aclara, te das cuenta de que la marca se escribe "Florsheim" y no "Florchein".

Comprar más allá de lo que nuestro presupuesto nos permite siempre es un preludio de aprietos económicos serios. Y si vivimos en un país de compradores compulsivos que da la casualidad de que están siempre limpios, entonces hablamos de la receta para un caos económico permanente. Eso para los panameños de a pie.

La mayoría de nosotros ignoramos es que esa actitud irracional de comprar y comprar es lo que los comercios quieren. No les interesa si vamos a dejar de comer mañana por ello.

Pero tampoco debería importarles. Esa preocupación tiene que estar es en nuestras mentes. Somos nosotros los que debemos estar en control de nuestras finanzas, no nuestros apetitos repentinos y pasajeros.

No podemos dejar que nos agarren de "pendejos". Si queremos tener más de lo que nos permiten nuestros ingresos, entonces busquemos mayores ingresos. Consigamos un trabajo extra o iniciemos un negocio. Pero comprar chécheres a cada rato para usarlos como indicadores de un status que no tenemos, cuando en nuestra casa los niños están a punta de arroz con tuna, es una soberana irresponsabilidad.



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