Todos saben que los perros cuando ladran no muerden. Al menos es lo que siempre nos han enseñado, pero uno no se debe confiar porque en cualquier momento podemos recibir una mordida que nos sorprenderá.
En la amistad, en el matrimonio o en los encuentros deportivos suele aplicarse la norma. Si un amigo amenaza con quitarle el habla a otro, nunca lo va hacer; si el esposo siempre anda diciendo que dejará a la otra, nunca lo hará; mucho menos en los partidos de fútbol cuando un jugador grita: "te voy a patear".
Las amenazas se convierten en boberías después de no cumplirse la primera vez. Esto mismo es lo que dicen los psicólogos que ocurre cuando se amenaza a un hijo con darle de correazos si se porta mal. De tanto decirlo, el menor se burla porque ve en su padre es un hombre que carece de palabra.
Lamentablemente la situación se repite en el campo político. Son muchas las personas que utilizan de bandera combatir la corrupción, pero a la hora de enfrentarla de verdad no hacen nada, a pesar de haber encontrado pruebas suficientes que podrían utilizar para predicar con el ejemplo.
La política podría definirse como el arte de engañar a las personas en la campaña electoral, también como un ejercicio deshonesto utilizado por ciertas personas para burlarse de la sociedad en su conjunto.
Ojalá las promesas se cumplieran de verdad. Tal vez de esta manera tendríamos las cárceles llenas de delincuentes que sí están robando a montón. Son esos personajes que se llevan los millones del pueblo y salen libres como si no hubieran hecho nada.
Premiar a estos delincuentes sin castigarlos es decir lo mismo que "el crimen sí paga". Esperamos que los buenos ciudadanos apliquen las leyes y metan presos a quienes se lo merecen.
