Con cada nuevo homicidio y herido en las calles de nuestro país, la violencia generada ya sea por las pandillas, asaltantes o los jefes del narcotráfico invade un poco más los espacios que creíamos eran seguros, al punto que ya no es de extrañar que podamos recibir una bala loca en cualquier punto de la ciudad capital.
No importa si estamos en los multifamiliares de Curundú, en una barriada de clase media o frente a las exclusivas discotecas de la Calle Uruguay. En el Panamá del 2008, el país entero es una enorme zona roja.
La medianoche del pasado viernes, el abogado Jorge Garrido Monfante recibió un tiro no letal en la boca al salir de un local de su propiedad, la discoteca K`OS de Calle Uruguay. La bala era para él, pero cualquier otro de los miles de locales y turistas que se concentran en esta zona para divertirse, pudo haber recibido un tiro.
A estas alturas, es difícil anticipar a qué extremos tendría que llegar la violencia y la penetración del narcotráfico en el país para que el gobierno nacional y los estamentos de seguridad adquieran un verdadero sentido de urgencia ante la situación.
Ya la terrible realidad de morir ante las balas de asaltantes le ha tocado a tenderos asiáticos, empresarios de la Zona Libre de Colón, bebés, estudiantes destacados y al chofer del alcalde del distrito capital, entre otros. El hijo de un magistrado del Tribunal Electoral sufrió un secuestro express, un ex comandante de la guardia nacional tuvo que repeler a balazos a hombres armados que se metieron a su residencia e hirieron a su esposa, e intentaron robarle el auto a un magistrado de la Corte Suprema de Justicia.
�Quién tiene que morir, ser asaltado o secuestrado para que las autoridades reaccionen? �El hijo de quien?