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Armas

Por: Milcíades Ortíz Jr. | Catedrático

El ladrón se movía suavemente que me pareció caminaba como un gato. Revisó un cofre y se llevó joyas. Tomó una cartera que estaba en el piso, buscó debajo de mi cama y tomó una pistola. En ese momento no pude aguantar y comencé a jadear del susto y la sorpresa. Algo notó el ladrón que salió sin hacer ruido de la recámara.

Me levanté con cuidado. Busqué un revólver que estaba en una gaveta que no fue revisada por el caco.

Vi que trataba de huir y le disparé. Cayó y desde el suelo me dijo que se rendía, que no disparara más.

Cometí el error de acercarme y el ladrón trató de dispararme.

Por milagro de Dios el arma se encasquilló y no se disparó. Si no ocurre esto, tal vez hubiera muerto en manos del ladrón que tenía todo lo de valor fuera de la vivienda, donde un taxi lo esperaba.

En esa ocasión utilicé mi arma (legalmente registrada) para defender la vida y honra de mi familia y la mía. Eran los tiempos de la dictadura militar. No tenía mayores problemas para renovar mi permiso para portar armas de defensa personal y deportes.

Ahora con la flamante democracia, luego de la invasión, los tres gobiernos han hecho lo imposible, porque los ciudadanos honrados no podamos portar armas para nuestra defensa y deporte.

Subieron el precio anual varias veces. Piden una prueba psicológica que diga que soy "apto para portar armas de fuego", que vale sus buenos dólares.

Además debo llevar el arma por toda la calle para hacerle un examen de balística, que ya le hicieron hace años.

Total, ahora no tengo al día mi permiso para portar armas por culpa de todos esos inconvenientes.

Pero los maleantes no tienen permiso para sus armas y hacen de las suyas. Y los ciudadanos honrados estamos indefensos ante el hampa.

A propósito, en otras dos ocasiones también pude proteger mi vida, honra y bienes y la de mis familiares.

Por lo visto tendrá que convertirme en maleante para llevar armas sin mayores trabas por parte de esos gobiernos democráticos.



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