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Largo viaje con un cadáver

Por: Hermano Pablo | Reverendo

Raymond Alix y su esposa Ginette emprendieron el viaje en auto como de costumbre. Irían desde Olorón, Francia, hasta Aubigny, donde vivía su hijo. Pueblos y ciudades de la campiña francesa pasaban a los costados, y las horas corrían plácidas y serenas. Raymond manejaba y Ginette dormía. Ella siempre dormía profundamente en los viajes.

Cuando llegaron a Aubigny, Ginette no se bajó del auto. La verdad es que nunca más lo haría, pues había muerto. Su esposo había manejado novecientos kilómetros acompañado sólo de un cadáver.

Esta es una historia patética. Raymond y Ginette llevaban cuarenta años de casados. Durante ese tiempo habían sido felices. Aunque Ginette siempre se dormía, era inefable el placer que sentían al andar juntos por la vida y por la carretera. Pero este habría de ser el último viaje que harían en compañía.

Hay muchos matrimonios que se parecen a estos esposos franceses. Viajan juntos por la vida porque la vida es un viaje, pero uno de los dos está muerto, y cuando muere el amor en el matrimonio, la vida de ambos es muerte.

"Yo siempre amé a mi esposo -declaran muchas mujeres afligidas-, pero creo que él nunca me amó verdaderamente a mí." Estas son mujeres que han viajado acompañadas de un cadáver. "Yo siempre he estado profundamente enamorado de mi esposa, pero creo que ella nunca me ha amado a mí", comentan por su parte algunos maridos desilusionados.

�A qué viene todo esto si no sabemos lo que es el amor? El amor no es esa emoción pasional casi idólatra que embarga el alma, el cuerpo y el espíritu. Por lo general, en el noviazgo y al principio del matrimonio se manifiesta mucha emoción, pero no es la pasión emocional la que hace perdurar una unión. Entonces, �qué es el amor? El amor verdadero, el amor puro, el amor que nunca muere, es decisión, es compromiso, es determinación.

Hace más de cincuenta años yo le juré a mi novia ante el ministro, la congregación, los testigos y -lo más importante- ante Dios- que yo la amaría hasta que la muerte nos separara. Nunca he violado esa decisión. Cuando cualquiera de nosotros toma tal determinación, aunque ya no sienta nada, la euforia del amor regresa a su matrimonio. Como el amor es divino, Jesucristo, fuente de todo amor, respalda nuestra decisión. Con su ayuda, nuestro matrimonio no se disolverá, sino que permanecerá para siempre.



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