Las fugas en los centros penitenciarios en un hecho recurrente. Cada cierto tiempo hay una evasión masiva. Algunas veces es por la complicidad de los custodios y otras por las instalaciones deficientes de las cárceles, donde cualquier preso con algo de astucia y suerte, puede alcanzar la calle.
El viernes se escaparon 10 reclusos de La Joyita, entre ellos seis procesados por homicidios. Aprovecharon la noche, rompieron barrote, violaron el techo y saltaron la cerca del penal. Ahora vendrá la investigación interna y los operativos para recapturar a los prófugos, pero dentro de poco, se producirá otro suceso similar y la historia se repetirá en espiral.
Hasta que no se completen los trabajos para la construir el muro perimetral en La Joya y La Joyita y las torres de vigilancia, las fugas seguirán, porque se hace imposible controlar adecuadamente a los miles de reclusos que permanecen hacinados en ambos penales.
Ya existe otro proyecto por 120 millones de dólares para demoler esos dos centros penitenciarios y construir instalaciones con capacidad para 3, 500 detenidos en cada complejo, pero es un plan a largo plazo.
Sin embargo, conforme al aumento de penas, la prevención y represión del delito, hay que hacer esfuerzos para tratar de resocializar a los privados de libertad.
Si bien es cierto que hay sujetos que son carne de presidio y que nada los hará transformarse en personas de bien, hay un grupo de reclusos que son rescatables y con los instrumentos necesarios pueden aprender un oficio en prisión, para que cuando logren la libertad, tengan una forma de lograr un sustento sin tener que delinquir.