Nacional - 04/9/16 - 12:00 AM

¡Increíble! Varela de 3.° a 1.° dos veces

Por: Juan Pritsiolas/ Crítica -

La historia se repite en espiral. Juan Carlos Varela era en 1980 el tercer estudiante con mayor índice académico, sin embargo, pronunció el discurso de graduación de su promoción; en el 2014 estaba también de tercero en las encuestas y le correspondió asumir la Presidencia de la República.

La frase de “la historia se repite en espiral” se le atribuía localmente al caudillo panameñista Arnulfo Arias, pero en realidad ya antes la habían expresado Juan Bautista Vico y el alemán Engels, quien le agregó que unas veces se repite como farsa y otras como tragedia. Hoy muy bien puede ser aplicada a la situación actual, luego de las revelaciones del abogado Abel Arcia, quien afirmó y presentó pruebas de que fue el primer puesto de honor del colegio Javier, en la promoción de 1980.

Hasta hace poco, la versión oficial sobre la promoción del año 1980 en el colegio Javier era que Varela fue el primer puesto de honor de 6.° año, lo que en aquella ocasión le valió ser el orador del acto de graduación.

Pero el 27 de agosto surgió una nueva versión de uno de los graduados de esa promoción, la cual revela que Varela, hoy presidente de la República, no ocupó el primer puesto y, consecuentemente, no debió dar aquel discurso en representación de sus compañeros.

El abogado Abel Arcia, graduado el mismo año que Varela, detalló a través de su cuenta de Facebook que, en realidad, él fue el primer puesto de honor del grupo de 1980.

"Desafortunadamente, el colegio Javier en ese entonces prefirió usurpar mi posición y poner injustamente a otra persona a dar mi discurso. Aunque algunos hoy traten de mentir y buscar excusas, la verdad es que me robaron: no me dejaron dar el discurso para dárselo a JCV, a pesar de que yo fui primer puesto y JCV apenas fue 3.er puesto. La pura verdad", colocó Arcia en su Facebook.

Arcia además subió fotografías de su diploma del colegio Javier y otro diploma de honor emitido por el Ministerio de Educación, en el cual se le reconoce como bachiller en Ciencias, Letras y Filosofía, y como alumno ganador del primer puesto de honor.

Lo sucedido con Arcia y Varela no es lo común. En casi todos los colegios y en casi todas las ceremonias de graduaciones, el discurso de la promoción está a cargo del estudiante con mayor nivel académico.

La graduación fue un 28 de diciembre, el Día de los Santos Inocentes. El 1980 fue un año bisiesto, estaba en todo su apogeo la teología de la liberación, llegaba el sha de Irán a Panamá, matan a monseñor Oscar Romero, sale al aire CNN, Ronald Reagan gana las elecciones de EE.UU. y asesinan al ex-Beatle John Lennon.

La vida en el colegio Javier en los tiempos de Varela y Arcia, ubicado para entonces en Perejil, se desarrollaba con tranquilidad; la gallada se reunía bajo un palo de mango cerca de la portería y el gimnasio. Los más traviesos se arriesgaban hasta prender un Panamá Red; los “nerds” –como Juan Carlos y Abel- eran conocidos como pilones, comelibros o empollón de libros.

Varela es cooperador de la Obra de Dios (Opus Dei) desde hace 19 años, pero en su época estudiantil se encantó con líderes de la teología de la liberación como Ernesto Cardenal, corriente nacida en América Latina después del Concilio Vaticano II (1962-65) y cuya noción central era la opción preferencial por los pobres.

Pero volviendo al bendito discurso de graduación, hasta el presidente del Tribunal Electoral, Erasmo Pinilla, se sumó a la mentira. En aquel famoso discurso del 8 de mayo de 2014, en el que el magistrado pidió al entonces mandatario electo limpiar la casa con las escobas justicieras, fumigarla contra la avaricia, la ambición de poder, la chabacanería y el amiguismo, concluyó “citando algunos párrafos del discurso pronunciado por el ganador del primer puesto de honor del colegio Javier, en diciembre de 1980”: Juan Carlos Varela.

La Iglesia ayuda a Juan Carlos

Abel Arcia dijo a “Crítica” que llegó a la graduación con su ahora difunta madre, la Prof. Julia Ruiz, con la expectativa de brindar el discurso de graduación ese diciembre 28, 1980.

Me llevé la sorpresa de que mi papá, el comerciante herrerano Herminio Arcia, quien era amigo cercano de quien sería muchos años después el presidente Ricardo Martinelli, no había acudido a mi graduación, así que improvisé y  le pedí al papá de mi primo lejano Kayser Barreto, Américo Barreto, que se sentase en un puesto cercano. Mientras tanto, meditaba acerca de las ideas internacionalistas, la justicia social, las luchas nacionalistas y la causa panameña por manejar el Canal de Panamá. Todas estas ideas dominaban mi mente en medio de esos años del gobierno revolucionario de Omar Torrijos. 

Pero a escasos minutos de dar mi discurso, recibí la noticia de que Juan Carlos Varela, y no yo, daría el discurso. Me sentí sorprendido y muy triste. La explicación que me dio el cura Juancho Díaz es que supuestamente mis compañeros lo preferían a él para a esa función, a pesar de que el sacerdote reconocía que era yo el primer puesto de honor. En ese momento pensé en mi madre y en que la defraudaba. Ella me miró y no se atrevió a reclamar. Nos sentamos, pero inmediatamente me sentí mal por mi madre y por el país, pues siempre sentí que yo tenía un don especial para marcar el camino del progreso y ayudar a los demás. 

¿Conoció usted de este  error un mes después de realizada la graduación?

No hubo ningún error. Días antes de la graduación, el colegio Javier había reconocido que yo era el primer puesto, Juan Hun el segundo puesto y Juan Carlos Varela el tercero. El mes siguiente, en enero de 1981, el gobierno liderado en ese entonces por el general Omar Torrijos Herrera lleva a cabo una ceremonia de reconocimiento para todos los estudiantes que se graduaron con primer puesto de honor en sus respectivos planteles. La ministra de Educación le dio a cada estudiante que se había graduado con primer puesto un diploma de reconocimiento, el cual yo mantengo debidamente enmarcado y con gran orgullo. 

¿Hizo el reclamo a los directores del plantel?

No. Jamás. En ese entonces yo era un adolescente de pocos recursos y aunque mi madre, la Prof. Julia Ruiz, de raíces chitreanas, se había graduado de la Universidad Wesleyan de Nebraska, carecíamos de dinero e influencia. Con decirte que ni mi papá me acompañó a la graduación. 

¿Alguna vez reclamó a Juan Carlos Varela?

Nunca lo hice. Sin embargo, por cosas del destino, Juan Carlos Varela y yo nos volvimos a encontrar durante nuestros estudios universitarios. Debido a mi primer puesto de honor, recibí una beca del Ifarhu y con mis aptitudes me dediqué a pensar en grande y anoté el porcentaje más alto de los Estados Unidos en el examen preuniversitario SAT. Con esos logros y con el sacrificio de mi madre, logré estudiar en Estados Unidos. En 1981, Juan Carlos Varela y yo estudiamos ingeniería en los Estados Unidos, yo en Auburn University y Juan, en Georgia Tech. En una ocasión nos vimos en fiestas universitarias cuando el equipo de fútbol americano de Auburn se enfrentó al de Georgia Tech en Atlanta. El tema del discurso no se tocó. 

¿Cómo era el Sr. Varela en ese entonces? 

Juan venía de un mundo muy distinto al mío. Mientras que yo era un muchacho de clase media, el mundo de los Martinelli, con muchos de los que también estudié en el colegio Javier, y de Juan Carlos Varela era muy distinto al mío. Juan tenía un alto grado de confianza en sí mismo y se manejaba con gran facilidad entre los compañeros de alcurnia. También hacía esfuerzos por tener contacto con los empleados del colegio Javier. Recuerdo que, por ejemplo, el entonces profesor de Educación Física, Sanguillén, familiar del pelotero y gloria nacional Manny Sanguillén, se hizo muy amigo de los estudiantes, particularmente de Juan y de mí. Sanguillén fue mi entrenador de fútbol porque yo estaba en la selección de fútbol del Javier, y aunque Juan no era atleta, también hizo amistad con el profesor Sanguillén. Cuando nació el primer hijo del profesor Sanguillén, el cual el profesor llamó Abel, en honor mío, Juan Carlos Varela le regaló una beca para estudiar en el Javier. Mientras tanto yo, aparte del fútbol, me dedicaba a ir a muchísimas fiestas. 

Actualmente, califican su gobierno de lento, ¿era así él cuando joven?

No veo ninguna relación entre esa designación de lento y lo que conocí de Juan. 

¿Por qué revela esta información ahora, después de tanto tiempo?

Creo que hay un mal entendido. Desde que me gradué del colegio Javier he vivido en Estados Unidos, así que hasta hace muy poco tiempo me llevé la sorpresa de que había gente que creía que el primer puesto no era mío, sino de Juan Carlos Varela. Es más, fue apenas una semana atrás cuando puse la foto del reconocimiento en Facebook que leí con gran sorpresa unos comentarios publicados por un exmaestro del colegio Javier, llamado Alberto Lopolito, quien trató de forma algo irrespetuosa de indicar que yo me equivocaba de mi propio año de graduación y hasta de forma burlona cuestionó si hubo dos graduaciones en el mismo año. Desconozco las motivaciones de ese maestro, aunque se dice que es él quien es culpable de regar información falsa en mi ausencia.  Pero solo por los ataques públicos e irrespetuosos del exmaestro me vi obligado a aclarar la verdad.

¿Recuerda algún extracto del discurso de Varela en esa graduación? 

En lo absoluto.

¿Desde hace cuánto reside en Nueva York?

Luego de terminados mis estudios de Ingeniería en Auburn University, realicé una maestría en Estudios Estratégicos y Política Internacional en la Universidad de South Alabama y finalmente logré obtener mi doctorado jurídico en la Universidad de Loyola, en 1992. Inmediatamente fui seleccionado para trabajar como fiscal en la Fiscalía del Condado de Kings, en Brooklyn, ciudad de Nueva York, donde desempeñé funciones como el primer fiscal panameño en la historia de la ciudad de Nueva York hasta 1995.

¿Era amigo de Varela?

Somos conocidos y excompañeros. Venimos de mundos muy diferentes porque yo pasé mi niñez en la Avenida A, en Pedregal, en Purio, dentro del distrito de Pedasí, y en Betania. Mi mundo fue muy distinto. Para mí es un gran honor haber estudiado en el colegio Javier y haber compartido con gente de familias con tanto poder e influencia como Juan y tantos otros. 

¿Por qué piensa que no lo pusieron a usted a decir el discurso?

Desconozco los motivos. Solo sé lo que dijo el padre Juancho Díaz. 

¿Por qué se fue a EE.UU.?

En realidad, me fui en gran parte por lo que pasó. Sentí que en Panamá no tendría muchas oportunidades. Vi que, a pesar de mi capacidad, podría terminar dependiendo del visto bueno de gente con menor capacidad. También, la muerte del general Torrijos fue un fuerte golpe para mí, pues pareció ser, y así ha sido, el final de la lucha por oportunidades en Panamá. Recordemos la explosión económica y el avance social que se vivió en Panamá durante el mando del general Torrijos.

¿Ha retornado a Panamá?

Sí. He retornado muchísimas veces. Me traje a mi mamá de Panamá a Nueva York en el 2006, cuando ella ya tenía 76 años, porque, a pesar de sus protestas e insistencia de no abandonar Panamá, ella no estaba ya en condiciones de salud para valerse por sí misma. Sigo retornando a Panamá casi anualmente. 

¿Qué piensa que le falta ahorita a Panamá?

Me da pena decirlo, pero desde la muerte de Torrijos no hemos tenido un líder completo. Ves al gobierno de Martín y el “Toro”, y no tienen energía ni carisma; ves al gobierno de Martinelli y hace tres cosas que parecen bien hechas, y cuando miras de cerca, hay trampa en cada una, y miras a los arnulfistas despegados de la realidad, creyendo en ideas obsoletas. Falta un panameño de pueblo, patriota, inteligente, con energía y que no sea tramposo. 

El discurso de Varela

Algunos de los aspectos del joven graduado Juan Carlos Varela resaltan la labor de los jesuitas que “inculcaron con fuertes raíces la doctrina cristiana; quienes son criticados hoy día de revolucionarios, por aquellas personas que se sienten afectadas por las voces de justicia y de libertad de la noble doctrina cristiana. Ustedes, que nos enseñaron que la vida no era solo el dinero, que abandonan sus hogares, sus familias, sus amigos, su patria, pues creen en la juventud, sepan que no los defraudaremos y serán las actuaciones de esta juventud la recompensa a tantos años de trabajo y sacrificio.

 Por ustedes, jesuitas, se inició en este colegio el servicio social, al cual le debemos mucho; fue este servicio el que nos enseñó a interpretar la vida tal cómo es; fue el que nos hizo superar nuestro egoísmo: fue en donde nos dimos cuenta de que aquel hombre, aquel campesino no es ningún vago, sino un hombre trabajador al cual nunca se le ha dado oportunidad de superarse, es un hombre pobre, pero mucho más rico que nosotros en espíritu, es aquel hombre que comparte lo que tiene, mientras nosotros rechazamos dar lo que nos sobra.

 Prometemos llevar siempre adelante ese espíritu javeriano que nos formaron. Ese espíritu de amor, de sacrificio, de servicio, servicio a Dios y a la Patria, nos llevamos un difícil compromiso como javerianos y es:

 Forjar la paz donde haya violencia.

Imponer el amor donde exista el odio.

Y luchar por la justicia donde reinen las injusticias.

  Solo te pido, Señor, que nuestras voces de denuncia y protesta no sean calladas por los intereses ajenos a tu voluntad. Aunque separados físicamente, estaremos siempre unidos en la lucha por la construcción de una Patria más justa, de una Patria más libre y de una Patria más cristiana”.

 
 

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