Nacional - 15/4/18 - 12:15 PM

Ulloa: "país herido por la corrupción"

Llegó la hora clamar y exigir honestidad, transparencia en la cosa pública; de una ética y moral, especialmente de quienes tienen las responsabilidades políticas, económicas, sindicales, culturales, religiosas, en las comunicaciones.

 

Por: Redacción / Crítica -

Un clamor porque se lleve a la justicia "a todos" los acusados de corrupción en Panamá para "conocer la verdad", hizo hoy el arzobispo panameño, José Domingo Ullua, en la XLIV Cita Eucarística, en la que pidió a los jóvenes su apoyo de cara a la Jornada Mundial de la Juventud 2019 en su país.
"Nuestro país continúa herido por la corrupción, la falta de justicia expedita y de una justicia para algunos e injusticia para otros", denunció el prelado ante los miles de feligreses congregados en el estadio nacional Rommel Fernández, incluido el presidente panameño, Juan Carlos Varela.
El purpurado enfatizó que "no se puede tolerar más. Es imperante que los casos de corrupción sean llevados a juicio para conocer la verdad, debemos saber sin duda alguna si quienes son acusados son culpables, o no".
"También urge que quienes ostentan el poder en sus diversas manifestaciones, se empinen sobre sus intereses personales, de partidos o ideologías, para rescatar la dignidad de nuestro pueblo que se ve pisoteada cada día con los escándalos de corrupción, con la ausencia de una sólida institucionalidad y de un desarrollo económico inclusivo, que permita a todos oportunidades de una vida digna", acotó Ulloa.
El prelado se dirigió a la joven feligresía para decirle que "y es aquí, donde los cristianos vamos a medir si somos o no de Cristo. La Iglesia en salida nos coloca a todos a salir a defender la dignidad de la vida, la convivencia armónica sin exclusiones, y espacios de oportunidades para todos, especialmente para los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad".
"Sabemos que no es fácil, porque hay profundas heridas sociales, que ha incrementado la desconfianza entre todos. En un país mayoritariamente cristiano, les hablo a cada uno de ustedes cristianos que convivimos en esta tierra...: demos el primer paso para abrirnos a la realidad del perdón como expresión de reconciliación política y ciudadana", apostilló.
Ello debe ser así, según el arzobispo, "para que las confrontaciones y el clientelismo político no sean los que dominen las decisiones y los destinos de nuestro pueblo. Ya vemos los efectos negativos de dejar todo en manos de unos pocos con mucha sed de poder y poco compromiso de servir a la gran mayoría necesitada de posibilidades para salir adelante", acotó sin identificar a nadie.
"Llegó la hora de clamar y exigir honestidad, transparencia en la cosa pública; de una ética y moral, especialmente de quienes tienen las responsabilidades políticas, económicas, sindicales, culturales, religiosas, en las comunicaciones", continuó el prelado en su larga homilía.
Enfatizó en que "no podemos ser actores pasivos, la fuerza está en nuestras manos, y si somos capaces de exigir todo estos unidos, y trabajar juntos para conseguirlo, podemos lograr un mejor Panamá".
Ulloa también reclamó "con dolor" la "solidaridad y justicia" para la población de la provincia caribeña de Colón, la segunda en producir riqueza al país, pero abandonada por la "indiferencia" de gobiernos sucesivos y "de todos" los demás panameños.
"Quiero expresarle a su obispo, mi hermano en el episcopado, (Manuel Ochogavia) y a todos nuestros hermanos y hermanas de Colón que no están solos, cuentan con nuestra solidaridad y la fuerza que nos da la confianza puesta en el que todo lo hace posible, Jesús, Nuestra Pascua", exclamó y rechazó "justificar la economía de la inequidad".
La sociedad organizada de Colón se prepara para una nueva huelga general esta semana, la segunda este año, para obligar al gobierno a confirmar por escrito sus promesas de mejorarle la calidad de vida sin desalojarlos de sus viviendas.
 
 
 
La homilia completa de Ulloa a continuación:
 
Su Excelencia, señor Juan Carlos Varela, Presidente de la República, Autoridades civiles y de la fuerzas de seguridad presentes.
Un saludo a nuestros hermanos obispos, Cardenal José Luis Lacunza, Obispo de David; Monseñor Miroslaw Adamczyk, Nuncio Apostólico, Monseñor Manuel Ochogavia, Obispo de Colón - Kuna Yala; Monseñor Uriah Ashley, Obispo Auxiliar; diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas, y fieles de las parroquias y movimientos.
Y de manera especial, les saludamos a ustedes queridos jóvenes, que han velado toda la noche como un entrenamiento físico y espiritual para vivir la vigilia que celebrarán junto al Santo Padre en enero del 2019, en la Jornada Mundial de la Juventud.
Pido un fuerte aplauso para el grupo Las Siervas de Perú- que con su música y alegría nos han contagiado en estos días. Que nos han permitido vivir la experiencia que tendremos en la Jornada Mundial de la Juventud. Gracias a los organizadores de la Vigilia y de la Cita Eucarística,  solo Dios sabe vuestra entrega. Autoridades civiles y de las fuerzas de seguridad presentes, también les expresamos nuestra gratitud por el servicio que nos prestan siempre.
A todos los comunicadores, camarógrafos y técnicos que no se ven, pero que garantizan con su servicio que esta celebración llegue a todos los ámbitos de nuestro territorio nacional y  más allá de nuestras fronteras, gracias a las nuevas tecnologías.
Esta tradicional Cita Eucarística, la vivimos en el gozo del tiempo pascual, al que se le añade la vitalidad, el entusiasmo y la alegría que son características principales de la juventud, esa que espera ansiosa la llegada de la Jornada Mundial de la Juventud.
Ya inauguramos en el Parque Urracá el reloj que lleva la cuenta regresiva para llegar a enero del 2019. Faltan solo 281 días para que este pequeño país se convierta en el corazón palpitante de la juventud mundial.
Por eso queremos dar gracias a Dios por su benevolencia en esta eucaristía y colocar a los pies del Señor Resucitado y de Santa María La Antigua esta Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Panamá.
 
Una Iglesia que escucha
La Iglesia Católica es la mayor red humana que existe en el mundo, conectada por el amor misericordioso del Padre, animada por el Espíritu Santo, guiada por Jesucristo que es camino Verdad y Vida y llevada de la mano de nuestra Santísima Madre, la Virgen María. 
Es esta misma Iglesia que no tiene miedo a escuchar lo que quiere decir  la juventud del mundo en este momento histórico. Por eso, el Papa Francisco ha convocado el Sínodo de los Obispos que se celebrará en octubre del 2018, en Roma, bajo el lema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.
Recientemente en Roma, del 19 al 25 de marzo de 2018, tuvo lugar la Reunión Pre-Sinodal de Jóvenes, con la presencia de más de 300 representantes de todo el mundo, organizados en 20 grupos lingüísticos y vinculando a más de 15,000 jóvenes, conectados online a través  de Facebook. Han presentados propuestas que provienen de jóvenes de religiones y ambientes diversos.
Pasaremos del Sínodo de los Obispos, en el 2018, a la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá en el 2019. Dos eventos donde los jóvenes pondrán su corazón y coraje a ir contracorriente.
En ese documento entregado al Papa Francisco, los jóvenes del mundo nos están gritando que quieren testigos creíbles, que están tratando de encontrar el sentido a un mundo muy complicado y diverso. “Tenemos acceso a nuevas posibilidades para superar las diferencias y divisiones en el mundo, pero esto se está llevando a cabo en varios niveles, dependiendo de las realidades. Muchos jóvenes están acostumbrados a ver en la diversidad una riqueza, y a encontrar oportunidad en un mundo plural”.
 
El riesgo de ser joven hoy
Existe una triste realidad en el mundo y en Panamá: Ser joven es un factor de riesgo. Según especialistas, los jóvenes son victimarios y víctimas a la vez. Sin embargo, solo resaltan en la sociedad aquellos que son victimarios, lo que ha provocado que  algunos sectores exijan  el endurecimiento de las penas, y rebajar la edad para que puedan ser juzgados como adultos. Buscamos vías que encarcelan los problemas, pero no cortan las raíces de los mismos.
 
Lamentablemente existe una violencia estructural, que pasa por la violencia simbólica como el racismo y la discriminación hacia poblaciones indígenas y afrodescendientes; la violencia física que va desde los golpes, al maltrato sicológico infantil y adolescente; y la violencia estructural a través de la pobreza y desigualdad. 
Son los hijos de la violencia. Violentados a cada instante: en la casa, en la escuela, en la sociedad. La deserción escolar, la ausencia de padres de familia en los hogares, la migración forzada, la trata humana, el crimen organizado, la droga, el desamor, son factores que inciden indiscriminadamente en la vida de los jóvenes fracturándolos y ocasionándoles graves heridas.
Sus refugios son las bandas delincuenciales, el consumo de químicos, el sexo desenfrenado y hasta las redes sociales, donde se exhiben para hacerse visibles y lograr más “likes”, más seguidores, afectos o amigos virtuales, haciéndose esclavos de las tecnologías. En fin, jóvenes con mucha habilidad para la tecnología, pero con poca capacidad para enfocarse, para hacer silencio,  para buscar la paz y pedir o dar un abrazo. Nuestra juventud muere ante nuestros ojos sin que hagamos nada, nos mantenemos indiferentes, sin tomar conciencia que nos estamos jugando el presente y futuro de la sociedad.
No deben pensar que estamos excusando a los jóvenes que se gozan en la maldad, en la oscuridad y en la mentira. A esos que quieren ser la maldad, les decimos que piensen en las consecuencias, que hay un bien y un mal, y aquel a quien le gusta ser malvado, debe asumir el resultado. 
Pero antes de juzgar y generalizar, pensemos en cómo todos somos responsables del mundo que está generando tanta maldad.
 
Retwiteadores de falsas noticias
En su mensaje para la Jornada Mundial para las Comunicaciones  del 2018, titulado  «La verdad os hará libres» (Jn 8, 32) Fake news y periodismo de paz, el Santo Padre Francisco nos habla de la proliferación de informaciones infundadas, basadas en datos inexistentes o distorsionados, que tienen como finalidad engañar o incluso manipular al lector para alcanzar determinados objetivos, influenciar las decisiones políticas u obtener ganancias económicas, es una realidad que no mide la destrucción ni las consecuencias que causa no solo al tejido social, sino en la vida de las personas e instituciones que se ven afectadas.
En la Iglesia Católica, con respecto a la misma Jornada Mundial de la Juventud, la han atacado achacando exigencias que son totalmente falsas, con respecto a qué clase de familia deben acoger a los peregrinos, cuando hemos reiterado que solo basta abrir su corazón y las puertas de su hogar para recibir al mismo Jesús, en la persona de los muchachos y muchachas. Y reitero todos estamos invitados a ser parte de este proyecto país que se llama JMJ Panamá 2019.
Lamentablemente, neutralizar los efectos de estas noticias falsas es limitada por su capacidad de aparecer como plausibles, hábiles para capturar la atención de los destinatarios, poniendo el acento en estereotipos y prejuicios extendidos dentro de un tejido social, y apoyadas en emociones fáciles de suscitar, como el ansia, el desprecio, la rabia y la frustración. Su difusión en el uso manipulador de las redes sociales y de las lógicas que garantizan su funcionamiento es devastador.
¿Qué hacer frente a esto?... depende de cada uno de nosotros, de los medios de comunicación, de la capacidad crítica de cada uno de nosotros, y para eso hay que firmar a nuestros jóvenes. Cada vez que usted replica en alguna en  sus redes o por sus medios estas informaciones falsas, usted le está dando visibilidad, usted le está dando una vitrina para la difamación y se hace cómplice de estas personas que se esconden en el anonimato y en falsas cuentas para causar daño.
Las noticias falsas revelan así la presencia de actitudes intolerantes e hipersensibles al mismo tiempo, con el único resultado de extender el peligro de la arrogancia y el odio. Basta de ser marionetas de la desinformación y del desprestigio humano. Usemos las redes sociales para elevar el protagonismo ciudadano, para fortalecer la identidad de nuestro pueblo, para edificar nuestras familias y nuestro país.
 
Diálogo y reconciliación política  
Hermanos y hermanas: nuestro país continúa herido por la corrupción, la falta de justicia expedita y de una justicia para algunos e injusticia para otros. No se puede tolerar más. Es imperante que los casos de corrupción sean llevados a juicio para conocer la VERDAD, debemos saber sin duda alguna si quienes son acusados son culpables, o no. 
También urge que quienes ostentan el poder en sus diversas manifestaciones, se empinen sobre sus intereses personales, de partidos o ideologías, para  rescatar la dignidad de nuestro pueblo que se ve pisoteada cada día con los escándalos de corrupción, con la ausencia de una sólida institucionalidad y de un desarrollo económico inclusivo, que permita a todos oportunidades de una vida digna. 
Y es aquí, donde los cristianos vamos a medir si somos o no de Cristo. La Iglesia en salida nos coloca a todos a salir a defender la dignidad de la vida, la convivencia armónica sin exclusiones, y espacios de oportunidades para todos, especialmente para los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad.  
Sabemos que no es fácil, porque hay profundas heridas sociales, que ha incrementado la desconfianza entre todos. En un país mayoritariamente cristiano, les hablo a cada uno de ustedes cristianos que convivimos en esta tierra...:  demos el primer paso para abrirnos a la realidad del perdón como expresión de reconciliación política y ciudadana;  para que las confrontaciones y el clientelismo político no sean los que dominen las decisiones y los destinos de nuestro pueblo. Ya vemos los efectos negativos de dejar todo en manos de unos pocos con mucha sed de poder y poco compromiso de servir a la gran mayoría necesitada de posibilidades para salir adelante.
La economía que fue inequitativa debe entrar a fortalecer la débil equidad que vivimos mediante una carga de solidaridad. La sociedad que ha vivido en la inseguridad y se ha endurecido ante el dolor para protegerse como con una triste armadura, debe liberarse para sentir con el otro. 
Reparemos el cimiento ético constituido por la misericordia y la compasión; el cimiento espiritual a través del perdón y la reconciliación; el cimiento cultural con la defensa de la vida, desde su nacimiento hasta su muerte natural; la cultura de los derechos humanos, la cultura del respeto a la diversidad étnica y cultural. 
Llegó la hora clamar y exigir honestidad, transparencia en la cosa pública; de una ética y moral, especialmente de quienes tienen las responsabilidades políticas, económicas, sindicales, culturales, religiosas, en las comunicaciones. No podemos ser actores pasivos, la fuerza está en nuestras manos, y si somos capaces de exigir todo estos unidos, y trabajar juntos para conseguirlo, podemos lograr un mejor Panamá.
Colón clama solidaridad y justicia
Con dolor, vemos la situación del pueblo colonense. Quiero expresarle a su obispo, mi hermano en el episcopado, y a todos nuestros hermanos y hermanas de Colón que no están solos, cuentan con nuestra solidaridad y la fuerza que nos da la confianza puesta en el que todo lo hace posible, JESUS, NUESTRA PASCUA.
Colón es una muestra palpable de la indiferencia de todos. Tenemos, no solo los gobiernos, sino todo el resto del país, una deuda histórica con esta provincia que tanto ha dado a nuestro Panamá.
La lógica de la economía ha estado por encima del bienestar común y ha sacado a la persona humana de su centralidad. No podemos ver como normal y hasta justificar la economía de la inequidad y de la exclusión, que descarta a muchedumbres, dejándolas sin trabajo, sin horizontes y sin salida. Esta "cultura del bienestar nos anestesia", dice el Papa Francisco. Es como si nos acostumbrásemos a la inequidad, como si fuera normal que la riqueza se concentre en una minoría que tiene cada vez más, y que la desigualdad aumente, como si fuera una "consecuencia no deseada, pero inevitable" del sistema económico, con el cual no se pudiera hacer nada, ha dicho el Papa.
Colón demanda un Desarrollo integral solidario y sostenible, que no dependa solo  de la voluntad de gobernantes, de los dirigentes sociales, también depende de la misma ciudadanía.
Es falso que en Colón no hay nada bueno, que no se puede reparar el tejido social deteriorado por diversas causas. AQUÍ tenemos una muestra de que si hay gente buena, JOVENES Y ADULTOS COLONENSES LEVANTENSE CON SANO ORGULLO, porque el destino de su provincia está en sus manos. Lucharán y devolverán la esperanza a una provincia agotada de tanta desidia, que ha tenido que acostumbrarse ñ a vivir entre aguas servidas, caserones cayéndose, con un alto desempleo e inseguridad.  
No están solos. Monseñor Ochogavia, somos una misma Iglesia que siente sus dolores, pero que seguiremos acompañándolos en ese esfuerzo de mantener una mesa de diálogo que encuentre políticas públicas que sobrepasen gobiernos y dirigencias sociales, por el bien de Colón.
Jóvenes verdaderos protagonistas de la JMJ
No nos cansaremos de decirlo y defenderlo: La renovación de la Iglesia y de la sociedad depende en gran medida de la atención pastoral que demos a la juventud en nuestra Iglesia y en las estructuras donde se dan la toma de decisiones.
Tendremos la oportunidad única, con la Jornada Mundial de la Juventud. Ya dentro de la Iglesia estamos viendo como están emergiendo los talentos juveniles en todas partes, lo que demuestra que hay liderazgos y capacidades en nuestra juventud. También en la sociedad estamos viendo brotes de nuevos líderes que se quieren alejar de aquellas prácticas politiqueras  que ha llevado al país a esta situación de corrupción e impunidad. Los jóvenes nos están rebasando, y no nos damos cuenta.
En la Iglesia estamos en espera de esta primavera juvenil. Jóvenes, esperamos mucho de ustedes, pero deben ser conscientes que para ser protagonistas no pueden hacerlo con pasión, deben prepararse, conocer su historia personal, familiar, social y cultural, pero sobre todo su historia de fe. Solo así, de la mano de sus abuelos y sus mayores, podrán  transformar con la alegría del evangelio aquellas situaciones de injusticia y de inequidad, que hieren a la sociedad.
La Virgen María, aquella joven que se atrevió a dar el SI al proyecto de Dios, no temió, a pesar de lo que implicaba eso en medio de la desconfianza, de la lógica humana. Ella sabía de la promesa de Dios de mandar al Salvador. Su vida de fe le dio la fuerza y la confianza en Dios la sostuvo.
En los ojos de María, cada joven puede redescubrir la belleza del discernimiento; en su corazón puede experimentar la ternura de la intimidad y la valentía del testimonio y de la misión.
Esta JMJ se le ha confiado a María. Confiar en María no es solo pedirle que nos ayude o pedirle su intercesión en todo; es también actuar como ella. Imitemos su disponibilidad a servir, como lo hizo con su prima Isabel, estemos dispuestos  a que una espada nos atraviese el corazón como le sucedió al ser testigo de la pasión de su hijo, para que con ella seamos testigos de la Resurrección de Jesucristo, Nuestro Señor.
Santos para transformar la realidad
Además de ser la primera Jornada Mundial de la Juventud dedicada a María, también hemos propuesto unos santos patronos, que vivieron experiencias difíciles, pero lograron llegar a la santidad, con su coraje y su valor al defender la  fe y los derechos humanos, que los llevo incluso a algunos que entregaran su vida. 
En su exhortación apostólica sobre “El llamado a la santidad en el mundo actual”, el Papa Francisco destaca que la santidad tiene sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros, el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1,4)”.
Y ser santo no es tener rostros de figuras de las estampitas que compramos por ahí. No, queridos hermanos  y queridos jóvenes. Todos podemos ser santos: “Aun cuando la existencia de alguien haya sido un desastre, aun cuando lo veamos destruido por los vicios o las adicciones, Dios está en su vida” y puede vivir y llegar a la santidad.
Ser santo no es ser pasivo y mucho menos parecer bobito o bobita, nos dice el Papa Francisco. La santidad no es pasividad, es estar más vivos que nunca; y también el Santo Padre nos alerta de la soberbia vestida de santidad; que para ser santo hay que ir contracorriente,  hay que saber llorar, es salir de la lógica “del pare de sufrir”, que nos hace gastar “muchas energías por escapar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento".
El ser santo nos hace salir de la corrupción espiritual y material, de todo aquello que nos causa mal y ofende a Dios. El Papa habla de una santidad que pasa por evitar la violencia verbal en Internet y en los diversos espacios digitales. Y advierte a los medios para que pongan límites, porque es intolerable la difamación y la calumnia.
Un santo defiende a los indefensos: al no nacido, pero también al nacido en miseria; defiende a los migrantes, busca la justicia; ora, vive y ama a la comunidad; es alegre y tiene sentido del humor; lucha siempre, sale de la mediocridad, vive la misericordia de Dios y la comparte con el prójimo.
Ser santo no es un mito, es una realidad palpable. Y testimonio son la vida de los santos y santas que hemos propuesto para la Jornada Mundial de la Juventud: San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima, San Juan Diego, San José Sánchez del Río, San Juan Bosco, Beata Sor María Romero Meneses, Beato Óscar Romero, Juan Pablo II. Todos ellos nos muestran que es posible la vida de santidad, en todas las culturas y etnias, sin diferencia de sexo, ni de edad. La entrega generosa de sus vidas por Dios y el prójimo les hizo llegar a la santidad.
No tengamos miedo queridos jóvenes, tengan el coraje de ser santos en el mundo de hoy, con esto no renuncian a su juventud o su alegría; todo lo contrario, mostrarán al mundo que es posible ser felices con tan poco, porque ya nos han ganado la vida eterna, por medio de la Resurrección de Jesucristo.
Los invito a todos a profundizar en la exhortación apostólica “Gaudete et exsultate”, ‘Alégrense y muéstrense contentos’ (Mt 5,12)], publicada el 9 de abril de 2018. 
Intensificar la oración por la paz de Panamá y el mundo
Hermanas, hermanos y jóvenes: el mundo necesita de nuestra oración, ahora más que nunca juntos debemos clamar a Dios ante la amenaza que se cierne sobre Siria, un país devastado por el egoísmo humano y el horror de la guerra. Los cristianos y la gente de bien sabe que la violencia no se detiene con violencia. Esto más bien la acrecienta, dejando más víctimas y más dolor.
También oremos por Venezuela, un país que se ve sometido a la testarudez de no escuchar los gritos de un pueblo que clama por mejores días. 
Oremos por nuestra patria, también sometida a tanta inequidad e injusticia, y por la paz del mundo entero.
De manera especial, queremos que se sumen a la iniciativa 
Resucitar con Jesucristo
Queremos finalizar fijando la mirada en la tumba vacía, esa que nos habla del hedor a muerte, de la putrefacción de la carne, de la hipocresía de quienes decimos llamarnos cristianos y que somos anti testimonio de la Resurrección.  
JESUCRISTO, NUESTRA PASCUA, está Vivo, no está en esa tumba vacía. Ahí están quienes no resucitaron con Él el Domingo de Pascua, se han quedado en la oscuridad y la soledad del sepulcro. El verdadero testimonio de la resurrección de Cristo no es la tumba vacía; eres tú, tu vida de fe, tu alegría a pesar de las tormentas. No seguimos a una persona, seguimos al Dios Vivo entre nosotros. 
Jóvenes: sabemos que no se dejan impresionar fácilmente. Gracias por que con ustedes no funcionan las frases hechas, los discursos teatrales o los eslogans diseñados para afiebrar sus emociones. Ustedes exigen lo auténtico, lo verdadero, lo transparente. Por eso, Jesucristo es la opción que asumen los valientes, los que no temen a quienes cuestionan su fe. Ustedes quieren al Jesús que se vea reflejado en sus testigos; que son referentes de entrega y compromiso; que recorren el camino a pie, con kilometraje, y que reflejen no un Dios aprendido e intelectualizado. Hoy demandan quién les muestre a Dios, y no quien les hable de Él. Este es el desafío que tiene la Iglesia ante ustedes hoy y que asumimos porque entendemos que sin ustedes no hay proyecto eclesial que valga ni proyecto político o de país, que avance.


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