Rebeldía de La Villa de Los Santos
Un grupo de hombres y mujeres procedentes de Natá se asentaron en un sitio contiguo al río Cubita, hoy río La Villa, y decidieron el 1 de noviembre (Día de Todos los Santos) de 1569 fundar La Villa de Los Santos.
Luego decidieron elegir democrática y soberanamente su propio gobierno local. El resultado de aquella histórica votación fue el siguiente: alcaldes ordinarios: Francisco Gutiérrez y Pedro Martínez de Montenegro; regidores: Manuel de Barrios, Benito de Ovalle, Francisco de Escobar y Ambrosio Rabelo; escribano: Alonso Jiménez.
Al enterarse el alcalde de Natá, Rodrigo de Zúñiga, de dicho hecho, ordenó la represión contra la rebelión de los fundadores de La Villa de Los Santos. Todos fueron capturados menos Pedro Martínez de Montenegro, que había viajado a la ciudad de Panamá para notificar dicho político.
Dichos fundadores fueron condenados, pero el que sacó la peor parte fue Francisco Gutiérrez, elegido alcalde ordinario de La Villa de los Santos, quien según la sentencia, debería ser “colgado del pescuezo, los pies altos del suelo, hasta que naturalmente muera” (fuente: “La fundación de La Villa de Los Santos y los orígenes históricos de Azuero”, autor: Dr. Alfredo Castillero Calvo).
Ante esta sentencia de muerte, Francisco Gutiérrez apeló ante la Real Audiencia de Panamá.
La Real Audiencia, el 10 de noviembre de 1573, revocó el fallo de la Alcaldía mayor de Natá, imponiéndole a Francisco Gutiérrez la sanción de destierro de Natá por cuatro años y confirió a Los Santos su condición de villa y reconocía su fundación. Nombraron como alcalde a Pedro Martínez de Montenegro.
De esta manera, La Villa de Los Santos logra su independencia y autonomía de la Alcaldía mayor de Natá y su territorio comprendía lo que hoy es Herrera y Los Santos.
En el año de 1575, Los Santos era el pueblo más próspero y productor del interior.
Cabe destacar que a cada dueño de hacienda se le asignó un número considerable de esclavos negros que vinieron de África para que realizaran los trabajos agropecuarios y otros. Ello trajo como consecuencia un mestizaje entre diferentes razas indígenas, negras y blancas. Por esta razón vemos en diferentes lugares de la península de Azuero (lo que era el territorio de La Villa de Los Santos en aquel entonces) características fisiológicas de la raza negroide. No solo se mestizó la raza, sino también los gustos culinarios, por ejemplo, el sancocho de gallina de patio, que se ha constituido en un símbolo de los platos típicos santeños que ha trascendido nuestras fronteras, si no se le echa ñame, no es tal sancocho, y el ñame más africano no puede ser. También se mestizó la cultura (música, bailes, cantos). Del tambor, que es originario de África, surgieron variantes musicales como la cumbia, el tamborito, la tuna y otras. Aquí en La Villa han perdurado varias danzas, entre ellas tenemos el zaracundé, cuyo coro dice “negrito, tú qué queré”. Es evidente la influencia de la cultura africana en nuestro país.
El profesor, catedrático, investigador y autor de varias obras relacionadas con Los Santos y Azuero Milciades Pinzón Rodríguez ha dicho: “No nos engañemos, que si España es nuestra madre patria, África, por lo menos, es nuestra tía”.
Este mestizaje de la raza, cultura, economía y la política en aquella época colonial despersonalizó a la población. Ya no había una entidad que permitiera la unidad para combatir la dominación española durante los siguientes 200 años, contados a partir de la colonización del Istmo.
Los intereses y problemas de cada clase social eran diferentes. Es decir, no había coincidencia entre lo que pensaban los blancos peninsulares, criollos (hijos de españoles nacidos en el Istmo), indígenas, negros, esclavos, mestizos, mulatos y zambos.
Los abusos y los ultrajes de las autoridades españolas en perjuicio de hombres, damas, niños y ancianos eran notorios. Situación esta que despertó la conciencia de los interioranos de aquella época; pero aún no había madurado el movimiento popular para enfrentarse a la opresión española debido, como dije, a la despersonalización de la población istmeña. No cabe duda de que revoluciones e independencias extranjeras ayudaron a la consolidación de un movimiento con el objetivo de lograr la independencia de España.
Además, con la llegada de la imprenta oficialmente a Panamá, en el año 1820, y con el surgimiento del periódico “La Miscelánea” en marzo de 1821, todas estas ideas libertarias y de justicia fueron penetrando en la mente de los istmeños que, a la postre, decidieron defender su derecho inalienable a la libertad. Fue así como empezó toda esta revolución interiorana de natariegos y santeños, guiados por el gran tribuno Francisco Gómez Miró, que se dio a la tarea de visitar todos los pueblos del interior. Donde encontró el terreno fértil para profundizar el movimiento libertario fue, precisamente, en La Villa de Los Santos. A principios de 1821, los criollos estaban firmemente organizados en clubes o sociedades patrióticas propagadoras de las ideas libertarias que ahora lograban difundir gracias a la introducción de la imprenta en el Istmo.
Don Segundo de Villarreal, extraordinario caudillo santeño, organizó un grupo de valerosos ciudadanos y los armó con escopetas y antiguos arcabuces, machetes y palos, y decidieron entregar la vida por la independencia de La Villa de Los Santos. Atacaron al cuartel y propusieron derrocar al Gobierno español y de manera decidida, pasaron a la cárcel y liberaron a los ciudadanos santeños que habían sido detenidos.
Cabe señalar que en dicha gesta independentista, tuvieron una destacada participación, además del coronel Segundo de Villarreal y Francisco Gómez Miró, los Salados, Chávez, Mendieta, Vásquez, Garrido y otros.
En cabildo abierto, los santeños eligieron libre y soberanamente a don Julián Chávez, alcalde; a don Antonio Moreno, presidente del ayuntamiento, y a Pedro Hernández, secretario.
La independencia de Los Santos de España no fue un movimiento irregular y deficiente como lo calificó Mariano Arosemena; fue, a mi juicio, el producto de una conciencia y rabia popular de la población sometida y dominada. Es obvio que Mariano Arosemena se expresara de esa manera porque él pertenecía al círculo élite de los criollos capitalinos a los que no les agradaba para nada el avance y la consolidación de los rebeldes interioranos que podrían llenar el vacío de poder una vez que se desalojara a los españoles. Es decir, el celo y el egoísmo de los criollos capitalinos no permitirían que los interioranos Francisco Gómez Miró, don Segundo de Villarreal y otros dirigentes campesinos asumieran el control del Gobierno una vez que se diese la independencia de Panamá de España.
Era un hecho público y notorio que existía un antagonismo y grandes diferencias entre los criollos de la capital y los del interior. Por ello, el coronel José de Fábrega, al enterarse de este movimiento rebelde santeño, convocó una junta de guerra para analizar dicha situación. Decidieron enviar a Los Santos a los terratenientes coroneles José María Chiari y a José de la Cruz Pérez a persuadir a los alzados santeños. Llegaron a La Villa de Los Santos el día 20 de noviembre de 1821, en momentos en que se celebraba un cabildo abierto. Los enviados de Fábrega entraron debidamente uniformados y hubo completo silencio. Uno de ellos tomó la palabra y dijo que ambos eran miembros de la junta de guerra y mensajeros de la corona española. Advirtió que si prestasen juramento de fidelidad al rey y a la Constitución española, se concedería el perdón general. Luego hubo otro silencio. De repente surgió entre la muchedumbre un no fuerte y valiente en contra de la solicitud de la corona española, se trataba del representante de Natá, el gran tribuno del pueblo interiorano Francisco Gómez Miró. La multitud repitió “NO, NO, NO”.
Los enviados de Fábrega regresaron a la capital cabizbajos, derrotados y sin éxito.
La Villa de Los Santos fue el primer y único pueblo del Istmo en mantener su independencia de España por 18 días consecutivos (del 10 al 28 de noviembre de 1821).
Existe una carta de autoridades istmeñas en la que se expresa que “la independencia de Panamá de España debió proclamarse el 8 de diciembre de 1821, pero debido a la presión de los santeños, tuvo que darse el 28 de noviembre de 1821”. Es decir, el movimiento libertario organizado por don segundo de Villarreal, desde La Villa de Los Santos, tuvo sus frutos.
Debemos conocer el camino por donde transitaron nuestros antepasados; de donde se derivaron nuestros senderos para preservar las virtudes, buenas costumbres, valores y principios éticos y morales, así como para no cometer los mismos errores que se cometieron en el pasado. Es decir, para que no nos tropecemos con la misma piedra.
¡VIVA LA HEROICA VILLA DE LOS SANTOS!
¡VIVA PANAMÁ!