De la cordillera de expedientes que emiten las corregidurías en nuestros pueblos y ciudades por diferencias entre vecinos, podemos destacar dos inmensas montañas de líos que sobresalen del resto de los cerros de pleitos sin resolver. Estos casos germinan por la poca rectitud natural de muchos ciudadanos que los mantiene sobreviviendo entre la porquería y los escándalos.
Los escandalosos y los cochinos son ciudadanos parecidos, que se disputan la cúspide de la desgracia nacional con el ineficaz gobierno de las maravillas. Los desaseados son responsables de epidemias mortíferas y del elevado índice de larvas del Aedes Aegypti.
Los cochinos mantienen sus patios llenos de malezas y "cachivaches" que se constituyen en habitat de ratas y mosquitos. El segundo tipo de vecinos "puercos" prefiere morir, a bañarse y encima de eso, les da por tener perros. Pobres criaturas (los perros por supuesto), he visto perros amarrados en portales a todo sol, rodeados de boñigas y de orinas por semanas. Moscas y alimañas contaminadoras fluyen de esas casas que mantienen un incómodo hedor a huevos de camello sudado.
Por otro lado, los vecinos escandalosos son dueños del rebumbio irritante del reggae. El ruido y la vulgaridad cruda de este ruido salvaje son muestras de nuestra cultura. Esta represión áspera provoca una actitud feral en las personas que pueden llevarlas a la violencia. Montar un bus, o vivir cerca de una casa en donde el mejor vestigio cultural sean dos potentes bocinas chinas y que los padres no tengan autoridad sobre sus pelaos, es una desgracia. De lo vecinos indeseables los más benignos son los cochinos, porque los escandalosos puede que sean miembros de bandas criminales y mientras haya gobiernos como éste, no se atreva a mirarlos mal.