El Vidajena
El pasiero José Chupín tenía a ración a su familia porque casi todo lo que ganaba como borriguero en la construcción lo dedicaba a
El pasiero José Chupín tenía a ración a su familia porque casi todo lo que ganaba como borriguero en la construcción lo dedicaba a rendirle culto a Baco. Por el gusto su jovencita y curvilínea mujercita, la muy graciosa Purita, le hacía ver que ese vicio lo estaba destruyendo lentamente.
Ya se le estaban notando los primeros síntomas del daño irreversible que su cerebro sufría. Se le olvidaban las cosas y es que su cerebro se estaba deteriorando a causa del alcohol que ingería de manera exagerada.
A veces comenzaba a chupar por la tardecita cuando salía del trabajo y venía a terminar por la madrugada y a esa hora regresaba a su chantin en la vieja casa de inquilinato, y había ocasiones en que se resbalaba en el patio limoso.
Cuando entraba al cuarto despertaba a Purita y le pedía el mondongo bien calientito, pero ella, asueñada no tenía deseos de levantarse a poner la paila en el fogón y el “man” tenía que dormir en el suelo muerto de hambre.
Como es fácil de imaginar, el pasiero faltaba con frecuencia al trabajo y el capataz lo tenía sentenciado. En varias ocasiones quiso botarlo, pero el hermano de Purita era amigo de Simón, el mandamás, y Chupín se salvaba.
La familia de la mujercita le recomendó la sociedad Alcohólicos Anónimos para que dejara el maldito vicio, y el “man” asistió a la primera reunión a las siete de la noche y por primera vez, esa madrugada regresó bueno y sano a su chantin, y Purita, feliz y sonriente lo esperaba calentando el mondongo para servírselo con pan flauta y con su picantito, bien sabrosón.
En esos ambientes promiscuos, como el patio limoso, siempre reina el odio, la rivalidad, la envidia. Un maloso llamado Zapote estaba enamorado de Purita y le aconsejaba que dejara a ese borracho, que era mentira que se iba a rehabilitar, y se metía al chantin cuando Purita estaba en paños menores, porque a ella le gusta exhibir su cuerpazo. El “man” no pudo resistir el espectáculo y se le fue encima a la guial en el mismo momento en que llegaba el maridito, ya bueno y sano, y pensó lo peor, pero la hembrita le dijo que Zapote quería amor a la fuerza. El maloso quiso huir, pero qué va, buay, Chupín le puso una zancadilla y entonces lo gozó con un puño y patadas, hasta dejarlo listo para la foto. Ahora Zapote no se atreve a mirar a Purita. El problema es que hay otros pasieros que están dispuestos a seducir a la guial. Tome nota.