C-C
Por muchos años los niños panameños aprendieron valores basados en la técnica de las dos C: consejos y correa. En los años 40 del siglo pasado, nos decían que uno no debía tener nada que no fuera suyo. Algunos padres revisaban los bolsos escolares de sus hijos. Si encontraban lápices o cuadernos que no eran de ellos, los obligaban a devolverlos. De nada valía que dijeran que se los habían regalado. Cuando comencé a trabajar a los 18 años, mi papá me dijo que no debía tener un dinero que no hubiese ganado con mi trabajo. Aprendimos el valor del estudio, de una manera muy visible. Luego de explicarnos lo positivo que era estudiar para nuestro futuro, algunos padres se sentaban al lado de los hijos para comprobar que seguían el consejo… con una correa en la mano. Afirmaban que era más económico decir la verdad, ya que no habría que inventar varias mentiras para que les creyeran.
El respeto a los mayores era algo muy importante. Se alegaba que con los años se llegaría a viejo, y quisiéramos que los más jóvenes nos trataran con cortesía. “Los niños no hablan cuando los adultos conversan”, porque estarán tratando temas de importancia para ellos. No era de extrañar que a los chiquillos nos mandaran a jugar para no molestar la conversación de la gente grande. Hace más de 60 años existía mucho machismo. Esto hacía que los varones tuviéramos la responsabilidad de proteger a las niñas. Recuerdo que por llamar la atención le di un tirón a las trenzas de una amiguita, quien dio un grito.
Mi papá observó el hecho y me llevó a un rincón para conversar. Muy serio preguntó, ¿a quién se parece la niña: a tu mamá o a tu papá? A mamá, contesté. Indicó: ¿Ud. le halaría el cabello a su madre? La próxima vez que lo haga se va a entender conmigo… Agregó que tenía que respetar y ser amable con las mujeres. Por eso siempre procuro abrirle la puerta a una dama. Una que otra vez me han dicho que ese gesto es machista porque la mujer moderna puede abrir por sí misma la puerta. Los chiquillos de mi época debíamos saludar cuando pasábamos al lado de otra persona. Las palabras sucias estaban terminantemente prohibidas. Únicamente las decían los niños malcriados. Vi a padres lavarles con jabón la boca a niños mal hablados. Lamentablemente ahora, a veces se puede encontrar hasta mujeres que dicen malas palabras. El respeto a maestros y profesores era sagrado ¡ellos eran los padres fuera de casa!, y tenían permiso para dar correazos. (Nadie pensaba que esto fuera maltrato infantil). No permitamos que el modernismo destruya los valores y buenas costumbres.