Viva - 05/6/15 - 11:15 PM
Musulmanes gays tienen una mezquita en Sudáfrica
La mezquita gay de Sudáfrica es una pequeña habitación con ventanas cubiertas por cortinas venecianas, una moqueta verdosa y una alquibla.
La mezquita gay de Sudáfrica es una pequeña habitación con ventanas cubiertas por cortinas venecianas, una moqueta verdosa y una alquibla que apunta a la Meca. En la pared se puede leer el famoso verso del Corán: “No hay más Dios que Alá”. Los viernes, más de una docena de hombres y de mujeres homosexuales visitan el lugar de culto, dirigido por el único imán gay y abiertamente declarado del país, Muhsin Hendricks.
Comparado con muchos países de África, donde la orientación homosexual está considerada como un delito y puede llegar a ser castigada con la pena de muerte, Sudáfrica es el último bastión del liberalismo. Fue el primer país del mundo que ilegalizó la discriminación basada en la orientación sexual en su Constitución. Y es el quinto país del mundo -y el primero de África- en legalizar el matrimonio entre parejas del mismo sexo.
Pero la realidad a pie de calle es distinta. Los gays, las lesbianas y los transexuales se enfrentan a “violaciones correctivas”, a la discriminación y a la violencia, cada día, según cuentan los activistas. “Si pudieran, te decapitarían. Simplemente no lo hacen porque irían a la cárcel”, dice Taj Hargey, un activista en contra de la intolerancia islámica. Fue él quien abrió la Mezquita Abierta y quien dio la bienvenida a creyentes de todas las razas, géneros y sexualidades en Ciudad del Cabo, el año pasado.
Su mezquita ha sido asaltada en varias ocasiones. Pero justo al final de la calle donde los musulmanes repudiados por su comunidad, pueden ir a rezar. A diferencia del lugar de culto de Hargey, la Mezquita de la Gente, comandada por Hendricks, se describe a sí misma explícitamente como un lugar gay de culto. Y se lo ha montado para mantenerse lejos de la atención pública.
Hendricks ha sido un pionero en la lucha por los derechos de los homosexuales musulmanes de Sudáfrica a lo largo de los últimos 18 años. Fue una “vocación” basada en su propia experiencia y en su incapacidad para reconciliarse, admite. Hijo de un imán, siempre había querido ser un clérigo, pero siendo un niño, estaba convencido de que iría al infierno. No podía entender cómo un Dios de la compasión le castigaba por algo que no había podido elegir.
Cuando tenía 21 años se mudó a una escuela salafí en Pakistán, donde se enamoró de uno de los estudiantes. Sin embargo, se casó con una mujer y tuvo tres hijos, convencido de que eso le cambiaría. El ayuno tampoco le ayudó. Salió del armario a los 29.
“Pensaba que era el único que tenía ese problema… Pero veía a mucha gente como yo a quienes les faltaban las herramientas porque no habían estudiado el Islam. Así es como empecé a ayudarles”, recuerda Hendricks, sentado sobre la moqueta de la mezquita, enfundado en una bata blanca y luciendo un chal beige.
En 1996 formó un grupo de apoyo y una plataforma de activismo llamada “Inner Circle” (Círculo Íntimo) cuyo objetivo era: “Integrar los derechos del Islam con los Derechos Humanos”, que estuviera desprovista de cualquier forma de discriminación. Lo siguiente fue abrir la Mezquita de la Gente en su casa, en 2011, porque existía una demanda para ello.
“Es un lugar seguro. Cuando te sientas en una mezquita convencional, lo haces porque te anima y para conectar con Dios, pero el imán te está diciendo que algo dentro de ti está mal”, explicó a VICE News. “Aquí, simplemente, no juzgamos a la gente. Debería de ser un sitio donde uno también pudiera cuestionar el Islam; eso es lo que creo que debería de hacer una mezquita”.
Hendricks ha estudiado durante años los versos del Corán, en especial los que hablan de Sodoma y Gomorra y han sido empleados para condenar la homosexualidad.
“En Sodoma y Gomorra hay una serie de atrocidades y solo de una de ellas es de naturaleza sexual”, afirma Hendricks. “Se abordan el asalto y la violación cuando las víctimas son humanas y los actos sexuales que constituyen una violación del derecho a la integridad de una persona. [Sin embargo] no se refiere a la orientación sexual. El Corán no dice nada al respecto”.
Ziyaad Follentine, de 27 años, se prepara para las oraciones del viernes. Se ha maquillado ligeramente, aunque deberá de quitárselo en el lavabo antes de entrar a la mezquita.
La ceremonia del viernes en la mezquita de la gente es la misma que en cualquier otra mezquita del mundo. Hendricks dirige las oraciones e imparte su sermón. Hoy habla del Corán como libro sagrado; pero se trata de algo más que de un mero objeto físico: es algo que vive entre sus páginas, dice Hendricks, criticando a aquellos que se escandalizan cuando un libro es quemado.
Un hombre que atiende a las oraciones comparte una historia. La semana pasada estuvo en un evento en que académicos musulmanes hablaban sobre racismo y tolerancia. “¿Por qué hablan de tolerancia cuando después se pasan todo el tiempo sembrando el odio y la división en sus mezquitas?”, se pregunta.
Las mujeres y los hombres rezan juntos, en la misma fila. Entonan la Súplica juntos. Le piden a Dios que les ayude, que les perdone, pero sin volver ya nunca a considerar su orientación sexual. Finalizadas las oraciones, se incorporan y se abrazan los unos a los otros. No se trata de un acto homosexual, dice un hombre que “también lo hacen en otras mezquitas”.