La vida en la ciudad es de corredera. Las responsabilidades -al igual que los contratiempos e imprevistos- son muchas, y el tiempo escaso.
Con frecuencia, debemos hacer viajes al supermercado, a oficinas públicas, a pagar las cuentas, a los bancos y a diversos comercios para realizar compras, así como trámites varios, y todo esto calculando cuidadosamente nuestras horas de entrada y salida del trabajo, las horas de almuerzo, compromisos, reuniones, buscar a los hijos a la escuela, etcétera.
Todo lo anteriormente descrito nos describe una ciudad en la que el tiempo es tan importante como el dinero, si no más.
Es por esto que resulta inconcebible la falta de consideración de gran parte de los bancos, supermercados, oficinas públicas, empresas de servicios públicos y muchos otros comercios cuando se trata de que sus clientes realicen sus trámites lo más rápido posible.
Nos referimos específicamente a la cantidad de cajas abiertas en los locales. Resulta difícil encontrar cualquiera de las oficinas anteriormente descritas que tengan todas sus cajas habilitadas.
Si en un súper hay 10 cajas para pagar, lo más que puedes esperar es que 4 ó 5 estén abiertas. Ni en horas pico se ven todas las cajas abiertas. Igual pasa en muchos bancos cuyas filas son kilométricas, y todo porque solo hay una o dos cajas abiertas (incluyendo la de jubilados).
Y ni hablar de las entidades estatales y las empresas de luz y telefonía, donde hay muchos empleados, pero pocos dispuestos a ayudarte.
Hay que tener algo de consideración con los clientes, quienes en su mayoría se acercan a ustedes para PAGARLES, no para quitarles nada.
Y las filas siguen creciendo.