Caos
La huelga general protagonizada por las fuerzas vivas de la provincia de Colón es el resultado de una política oficial a espaldas a las necesidades de las grandes mayorías y basada en la soberbia y el paternalismo en vez del diálogo.
El gobierno de Juan Carlos Varela no hizo un análisis sociológico de la idiosincrasia del colonense, que es luchador y contestatario por naturaleza. Solo echarle una ojeada a la historia de Colón le hubiera hecho caer en cuenta al gobernante de que a los habitantes de la Costa Atlántica hay que hablarles claro y sin tapujos.
Tal vez tuvo buena intención en su política de modernización del casco citadino, pero una pésima gestión en materia de comunicación, logística mediocre y politización de las obras hizo, como decimos en buen panameño, que el colonense se cabreara, y ahora vemos los resultados.
Nunca se les explicó cuándo terminarían estas obras, que han convertido sus vidas en un desastre.
A los pueblos no se les puede tratar como niños o ‘mentecatos’ según la infeliz definición de un ministro varelista.
Ya pasaron esos tiempos. Los ciudadanos exigen que el Gobierno les hable con claridad y que se deje de demagogias. La realidad es que Colón está vuelto leña y cada vez que llueve se inunda, amén de que está ahogada en basura. Esas condiciones paupérrimas ni el más masoquista las resiste.
Varela que deje a un lado su soberbia, vaya a Colón y escuche el clamor de los ciudadanos. Si no, esta protesta podría extenderse a otras provincias que viven en iguales o peores condiciones que los colonenses.