Flautistas de la política
Una de las campañas electorales más sucias y violentas fue la de 1968, en que los contendores electorales se dijeron de todo y no solo eso, pasaron de las palabras a los hechos: en ese torneo político fue frecuente ver a grupos de varilleros, de uno y otro bando, apalear a rivales en plena calle.
En 1968, los niveles de violencia llegaron a tal grado de ebullición que incluso hubo atentados contra miembros de la entonces Guardia Nacional, además, los medios de comunicación se polarizaron hacia uno u otro candidato de las coaliciones en disputa por el poder.
Al resultar ganador el Dr. Arnulfo Arias, su triunfo fue opacado por los resquemores y heridas que dejó en la sociedad panameña la áspera campaña, de modo tal que las rotaciones y cambios de Arias en la Guardia Nacional fue el detonante de ese golpe de Estado, que sin embargo, venía motivado por la gran descomposición política y social del país.
Para los estudiosos de estos temas, estamos viviendo en condiciones similares a las que propiciaron la asonada cuartelera del 11 de octubre de 1968, pero en la época actual no serán los militares los que se presentarán como “salvadores de la patria”.
Estas situaciones son caldo de cultivo para que surjan las llamadas “figuras providenciales”, con consignas radicales y posturas extremistas con las que seducen a los votantes, hastiados de alternativas tradicionales y desacreditadas.
Los panameños tenemos que ser muy cuidadosos frente al desprestigio de la clase política actual, de no darle el voto a los flautistas de Hamelín de la política, que con su hipnótica melodía, pueden llevar al país al despeñadero.