Opinión - 27/1/18 - 12:00 AM

Acoso callejero: ¿realidad o exageración?

Por: Por Gabriela Arosemena Montenegro Twitter: Gabby_Aro -

El título obedece a comentarios que en el pasado llegué a leer en cuanto al anteproyecto de ley 177 que buscaba penalizar el acoso callejero, aquella denominada “ley piropo” (que de piropo no tiene nada) y muchos decían que había cosas más importantes y otros que incluso aseveraron que esto “no era un problema real” y lo último que supe fue que la misma no fue convertida en ley de la República.

Hablando como mujer que se desplaza a diario en los espacios públicos de nuestra ciudad, puedo afirmar que SÍ es un problema que se vive a diario donde me veo forzada a soportar comentarios que alejados de ser halagos constituyen una evidente falta de respeto. Traigo a colación el tema, ya que en días pasados decidí realizar el experimento y contar las veces que me topaba con individuos que sin la más mínima pizca respeto gritaban improperios y en el peor de los casos se acercaban, invadiendo mi espacio personal, para decir cosas peores en menor volumen; confieso que al llegar a mi destino aún pensaba en ello: en la molestia, el miedo y la sensación de impotencia y a responderle fue algo que pasó por mi mente, pero el desconocer su posible reacción me hizo contenerme.

Estableciendo que el tema del acoso callejero es real y tangible también me doy cuenta de cómo la normalización de este fenómeno va en piloto automático, “bueno es que eso es cultural” he escuchado de personas (tanto mujer como hombre) sobre este problema. Sin embargo, debo diferir sobre si es algo minúsculo o cultural; expresando mi deseo de ver más campañas acerca de este tema, no solo el irrespeto que se da a las mujeres que transitan los espacios públicos, sino al concepto de acoso de forma global y en todas y cada una de sus formas.

No habrá ley que pueda erradicar el problema mientras que no reconozcamos el tema del acoso como real y palpable; y en función de ello darle la relevancia que merece, sensibilizar tanto a hombres en el fomento de una cultura de respeto como a mujeres en miras de que no normalicen este asunto, pero sobre todo entender que es un problema de todos a nivel de género, de clase social y económica. Fomentar una cultura de respeto hacia las mujeres que son la población vulnerada en este caso en particular, pero también hacia todos los individuos solo por el hecho de ser humanos.