Opinión - 29/4/18 - 12:00 AM

Álvaro, y los periodistas, denuncien amenazas

Por: Por: Julio César Caicedo Mendieta -

Este último caso de amenaza contra mi amigo Álvaro Alvarado para meterle miedo, se suma a muchos episodios de agresividad y de intolerancia entre dos grupos de panameños, a saber: los que cometen delitos y no quieren que se revelen sus nombres, y quienes manejan los hilos de la política, solo para obtener ganancias a como dé lugar.

Los primeros ocupan la mayoría de los casos, barrios enteros mantienen sus oídos, bocas y ojos estrujados con sus manos ante cualquier pregunta por algún muerto, tiroteo o robo de gallinas.

Los segundos, como son emergentes en la bonanza por la que nunca han trabajado y que viven en la palestra tratando de mantener sus nombres como personas impolutas, les arde hasta la médula cualquier noticia adversa, y más si es de un periodista de respeto.

Yo le digo a Álvaro, que el miedo es un sentimiento que necesitamos todos los animales humanos. Y es que si observan, a casi todos nos crían con el miedo, precisamente porque es necesario para sobrevivir en este planeta y más en este país de reinsertados casi sin control.

Tú, Álvaro, sabes que la educación campesina y de casi todo el país, comienza con advertencias; a los niños los preparan con muchas cautelas, el temor y el respeto a DS, el miedo al agua caliente, a las agujas y a las invitaciones de los extraños.

Comunicar amenazas de todo tipo a instituciones planetarias, internacionales y nacionales contra la libertad de expresión sería una forma de desalentar a delincuentes, dogmáticos y fanáticos. Además de confesarle a DS el temor natural, a las iglesias católicas y protestantes se les debe informar de estos desafueros para que los amenazadores sepan que podrían ser enviados al infierno por ese pecado, creo que las leyes no lo prohíben.

Hacer querellas penales para que investiguen por estos delitos no es malo. Pero recuerda que ellos podrían estar cagándose también, aunque sus investiduras parezcan flores de guayacanes de oro y casi del mismo color de las heces saludables.


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