Opinión - 31/1/18 - 12:00 AM

Angustias

Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

A pesar de que faltaba más de un año, la joven no se quitaba la angustia de perder el empleo. Durante tres años había disfrutado de un trabajo que le permitió mejorar la economía de su hogar. Estaba contenta porque tenía un jefe con el cual había podido laborar sin problemas. Como muchos empleos de Gobierno, el sueldo era aceptable para el trabajo que tenía que hacer. Además, estaba la ventaja de los dos días libres el fin de semana y la cantidad de fechas nacionales cuando no se trabajaba. Al conseguir un empleo en el Gobierno, ella sabía que si no estaba en carrera administrativa, lo perdería al cambiar la administración.

El jefe era un político conocido y también sufría la angustia de su secretaria. Ganar su partido le permitió un cargo con buen salario y pocas responsabilidades. Su condición mejoró al lograr buena vivienda y automóvil. Hasta pudo poner a sus hijos en colegios particulares. ¡Lástima que todo esto puede desaparecer al cambiar el gobierno en las próximas elecciones! ¿Qué hacer para continuar en la papa? La ley le prohíbe actuar en política, aunque sea disimulada, por ser funcionario. No estaba muy seguro de que su partido continuaría en el poder, lo que aumentaría la angustia. Volver a la empresa privada después de cinco años no le entusiasmaba mucho.

En otro despacho de mayor categoría, el jefe tenía ambiciones políticas. Se había cansado de estar en un escritorio y de realizar un trabajo que casi nadie valoraba. ¡Ahora quería ser diputado! Pensaba que tenía muchos amigos que le darían el voto para que hiciera leyes a favor del pueblo. Creía que ser diputado era lo mejor que le podía suceder. Tendría un buen salario, aparecería en los medios de comunicación y el trabajo realmente era poco. Lo único malo era que tendría que dejar su puesto un año antes de las elecciones por culpa del Tribunal Electoral. Estaba en desacuerdo con que solo se hiciera campaña dos veces porque ese tiempo es muy corto para que lo conozcan. Por eso, cada vez que podía, ponía su cara para salir en la televisión o fotos de los periódicos. (Ojalá el partido le diera un sueldo mientras no estuviera trabajando…). Estas y otras angustias ya se están sufriendo en Panamá por las próximas elecciones. Es lamentable que la administración pública se convierta en un botín político para unos partidos cuando logran el poder. Esto es señal de que seguimos siendo una nación subdesarrollada.