Opinión - 04/5/18 - 12:00 AM

Culpable

Por: Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

“Él es culpable de lo que le pasó… ¡porque se movió!”. Así trató de explicar el jovencito la muerte de un hermoso tucán a tres personas que hacíamos turismo extremo en la cordillera de Mortí, cerca de Guna Yala. Habíamos ido allí la mañana de un sábado para soltar adrenalina manejando un vehículo 4x4, por una carretera llena de lodo, en los años 80. Indicó el joven cazador que quería herir al hermoso pájaro en un ala, para después curarlo y venderlo en varios balboas a los turistas.

Mostró un viejo rifle calibre 22 y sostuvo que tenía muy buena puntería. Por lo general, hería a los tucanes y otras aves bellas que le permitían mejorar sus ingresos. Pero ese día el tucán se movió, y la pequeña bala le destrozó el pecho. Me mordí los labios para no criticar la actitud de ese joven contra los animales silvestres. Como sociólogo comprendí que realmente él no tenía la culpa, ya que las malas condiciones de su vida lo hacían actuar de esa manera.

Mostrándonos el ave ensangrentada, nos pidió algo de plata por ella, a lo que nos negamos. Meses después me enteré por publicaciones extranjeras de que había un comercio de animales silvestres capturados en Colombia y vendidos a empresarios que los trasladaban por todo el Tapón del Darién. Desde la capital vendían esos animales a laboratorios clínicos de Europa. Conocí que un monito se compraba en cinco balboas en la frontera y se vendía por varios miles en el extranjero. La justificación era que esos animalitos servirían en experimentos médicos para hallar remedios a enfermedades que afectan a los seres humanos.

Inicié una investigación periodística y visité detrás del antiguo aeropuerto de Tocumen un local con una cerca alta. Moradores del lugar me informaron de las molestias que daban los ruidos que hacían los animales salvajes encerrados en pequeñas jaulas. Como no pude subir la cerca, busqué un sitio para ver lo que había dentro. Empujé una puerta cerrada con cadenas, lo que me permitió ver decenas de jaulas de metal con palos y cantidad de hierba seca. También tenían recipientes con restos de frutas podridas que les daban a los animales.

Denuncié en el medio de comunicación donde trabajaba el hecho. Y un extranjero se hizo responsable y pidió una entrevista. Dijo que abandonó el negocio porque no era rentable, ya que muchos animales se morían antes de llegar a Europa… (Por eso apoyo leyes contra el maltrato de animales domésticos y salvajes, así como evitar que los circos los usen).