Opinión - 24/8/17 - 12:00 AM

Educación

Por: Aneldo Arosemena Periodista y abogado -

La delincuencia tiene raíces sociales, cuando una persona se pone al margen de la ley y desafía el sistema legal, normalmente es el resultado del entorno asfixiante y carente de oportunidades.

De vieja data es el criterio de que entre las raíces sociales de la criminalidad está la pobreza y la falta de oportunidades y una de las más importantes es la educación.

Es un hecho harto demostrado, que la educación ha sacado de la miseria a las personas asegurándoles un mejor futuro.

Es por ello por lo que el Estado debe poner atención a lograr una educación de vanguardia que, además de posibilitar el desarrollo económico y tecnológico del país, dé oportunidad a los estudiantes para acceder a ella.

Si observamos, existe una baja escolaridad entre los delincuentes, producto de que desde muy temprano abandonaron los estudios, esta deserción escolar fue la oportunidad que utilizaron las bandas del barrio para captar a estos jóvenes, sin escuela y sin trabajo, para darles un sentido de pertenencia dentro de la organización criminal que, a la postre, termina por reemplazar a la familia.

Los gobernantes deben comprender que a los jóvenes hay que darles las oportunidades para que se eduquen y sean profesionales o técnicos, que tengan herramientas conceptuales, teórico prácticas con las cuales puedan obtener un beneficio económico y a la vez brindarle un servicio al país.

No es un secreto que en Panamá hay profesiones que están saturadas, un ejemplo de ello es la abogacía, en la que ya vamos por 23 mil profesionales del derecho, mientras que en otras carreras presentamos déficit, que si los supliéramos, el país saldría beneficiado.

Decía don Octavio Méndez Pereira que “la juventud no necesita de frenos, sino de consejos” y ese es el papel que le corresponde a nuestros educadores en general, aconsejar a los jóvenes para que estudien y hagan del estudio una herramienta para su liberación.

No es un mito el creer que a través de la educación podemos progresar en la vida, es una realidad palpable y existen múltiples ejemplos en ese sentido.

Cada joven con un diploma de bachiller o estudiando una carrera técnica o universitaria es un elemento menos en el mundo del crimen.