El cerebro como un casino: así gestiona un deportista el riesgo en milésimas de segundo
La toma de decisiones bajo presión de los deportistas es algo que se entrena actualmente y que se asemeja más de lo que pensamos a las apuestas.
Un delantero frente al portero. Un boxeador que duda entre atacar o cubrirse. Un piloto que decide si adelantar en una curva imposible. En ese segundo que separa la gloria del desastre, no manda el cuerpo: manda el cerebro. Y lo que ocurre dentro de él no es muy distinto a lo que se puede ver en una mesa de casino.
El cerebro lanza sus propias fichas, calcula probabilidades, evalúa el riesgo, y elige si apostar o no. Cada jugada, cada golpe y cada giro son una tirada más en el gran juego que tiene lugar en la mente del deportista. De hecho, las grandes estrellas no solo entrenan su físico, también entrenan su capacidad para tomar decisiones precisas en momentos de muchísima presión, y por supuesto con la máxima rapidez posible. Es una habilidad que, según la neurociencia, se parece más a un sistema de apuestas que a una reacción instintiva.
La ciencia que hay detrás del riesgo
Estudios recientes han demostrado que los atletas con mejor rendimiento activan de forma mucho más eficiente el corte prefrontal dorsolateral de su cerebro, una región clave para la toma de decisiones bajo presión. Su talento no va solo de tener reflejos rápidos, sino de elegir el momento correcto para apostar.
Un buen ejemplo de esto es el del tenista Novak Djokovic, capaz de modificar su estrategia en mitad de un punto según la posición que vea en su rival. Su cerebro, literalmente, predice la trayectoria antes de que la pelota toque el suelo, y esa capacidad para anticiparse no es algo que nazca del azar, sino de años de repetición y entrenamiento.
Cada una de estas situaciones, para jugadores como él, es una tirada más en una ruleta a la que cada vez tiene menos miedo. De hecho, a medida que se acumula experiencia en el terreno de juego, las zonas cerebrales relacionadas con el miedo se activan menos en situaciones extremas. Sí, los deportistas aprenden a apostar sin temer la derrota, ya que su mente calcula las probabilidades al vuelo.
El instinto, una estrategia
Hay deportes donde la intuición lo es todo. En el boxeo, por ejemplo, los púgiles desarrollan lo que los expertos llaman visión periférica anticipatoria. ¿En qué consiste eso? En que no miran el puño del rival, sino los microgestos de su cuerpo, ya que son lo que anuncia cada golpe. Esa lectura, que dura fracciones de segundo, puede ser la diferencia entre el besar la lona o alzar el cinturón.
Aunque pensemos que es algo irracional, cada decisión instintiva está respaldada por miles de patrones previos almacenados en la memoria del ser humano, y eso en los atletas se potencia de forma casi infinita. De este modo, lo que para el espectador parece una apuesta ciega, en realidad es una jugada basada en estadísticas que el deportista ya ha interiorizado y realiza con suma facilidad.
De hecho, esto es algo que también se aplica en los deportes de equipo: el cerebro de un jugador de fútbol no sólo calcula su acción, sino también las de sus compañeros. Es como un pequeño casino en movimiento, donde cada pase o disparo responde a un balance continuo entre probabilidad y oportunidad.
Los entrenamientos de atletas ahora hacen más énfasis en la mente
Tras numerosos estudios y viendo la importancia de la toma de decisiones en el deporte, los nuevos métodos de preparación deportiva han empezado a incluir entrenamientos cognitivos específicos. Desde simuladores de realidad virtual hasta ejercicios de neurofeedback con el objetivo de que los atletas aprendan a "leer" mejor las situaciones, las posibilidades y los riesgos.
Equipos como el Manchester City de la Premier League o el Red Bull Racing de la F1 ya usan tecnología para medir los tiempos de reacción y la consistencia en la toma de decisiones de sus deportistas, dejando muy claro que la psicología del riesgo es ahora una pieza más a tener en cuenta al analizar su rendimiento.
Y esta es otra de las muchas razones por las que el deporte sigue siendo tan fascinante. Cada jugada es como una apuesta vital, es lo que hace que ver un partido o una carrera nos atraiga tanto, porque también activa en nosotros ese mecanismo por el que intentamos convivir con el riesgo y vaticinar posibles escenarios.
Cuando el público grita, celebra o sufre una jugada, su cerebro replica las mismas reacciones químicas que el del atleta. Y quizá por eso mismo las apuestas deportivas se han popularizado tanto en los últimos años, porque se han convertido en un reflejo de nuestra necesidad por ser partícipes del riesgo que hay en cada gran evento deportivo.
Sí, cada atleta es un jugador que se mueve en el campo de juego, pero también en su propio casino mental, en un lugar donde las apuestas se hacen con decisiones en lugar de fichas, y en el que cada movimiento puede cambiarlo todo.