Opinión - 02/9/17 - 12:00 AM

En el ojo de la tormenta

Por: Carlos Christian Sánchez Columnista -

Como saben, me encanta hacer comparaciones de hechos reales con las historias que muestra la cinematografía. ¿No recuerdan el filme “El día después de mañana”, en el cual se advertía del peligro que representa el cambio climático y la indiferencia de las autoridades para proteger la naturaleza y el entorno? Solo basta observar la devastación generada por el paso del huracán Harvey en el sur de los Estados Unidos y comprenderá que la película del cineasta alemán Ronald Emmerich tenía razón.

Texas, símbolo del orgullo estadounidense y cuyos políticos derechistas, en su mayoría republicanos, han promovido políticas en contra del medioambiente, fue sacudida por el embate de un ciclón categoría 4. Este estado norteamericano no era víctima de la tragedia desde hace más de un siglo. Galveston, ciudad costera del golfo de México, fue totalmente destruida en 1900 por un evento similar.

Las vistas de la destrucción causada por “Harvey” son realmente impactantes. La cuarta ciudad de los Estados Unidos, Houston, quedó sumergida como la Atlántida. Unas 47 personas fallecieron, un cuarto de millón quedaron sin energía eléctrica y servicios públicos, además de perder sus hogares. Aunque la tormenta tocó tierra en Rockport, muy cerca de Corpus Christi y la frontera con México, las lluvias y marejadas anegaron el suroeste tejano, convirtiendo las carreteras interestatales en inmensos lagos.

Lo irónico del asunto es que muchos políticos republicanos originarios de Texas, que se opusieron a los programas de ayuda humanitaria para las víctimas afectadas por fenómenos naturales en la administración de Barack Obama, ahora pedían a gritos al presidente Donald Trump que reactivara los paquetes de emergencia. ¿Justicia divina, karma? Incluso un partido de pretemporada de la National Football League (NFL) tuvo que suspenderse en Houston porque familiares de los jugadores resultaron también afectados.

El paso de “Harvey” por el Caribe y el golfo de México nos deja esta lección: no menospreciemos el potencial destructivo de los ciclones tropicales. Ya se acerca otro a la región, el huracán Irma, y es de categoría 3. Pero en Panamá, ciertas autoridades no prestan atención o se hacen los indiferentes. Se olvidaron de lo que ocurrió en noviembre pasado con la tormenta Otto, que dejó varios muertos en el Istmo.

A las autoridades locales, más celeridad para advertir a la población ante la amenaza de los huracanes. Todavía creen que Panamá es inmune a estos fenómenos. Que no nos agarren de nuevo con los pantalones abajo. Prevención es la solución. Larga vida y prosperidad para todos. Saludos, amigas y amigos...