Fin de huelga
Una muy buena noticia para todo el país ha sido sin duda el anuncio del acuerdo alcanzado entre los trabajadores del Suntracs y el sector empresarial encabezado por la Capac, que puso fin a casi un mes de huelga en la construcción.
Poco a poco, las posturas divergentes de una y otra parte se fueron acercando, al punto de justo equilibrio, en el que ambos sectores consideraron salvaguardados sus intereses y al final, privó el sentido común.
Empero, la huelga ha dejado sus secuelas en las pérdidas que experimentó la industria de la construcción y en la desesperación de un sector de los trabajadores que reclamaban a la dirigencia más dinamismo en la distribución del fondo de huelga.
Lo cierto es que con este diferendo ha quedado demostrado que las huelgas -como mecanismos de presión de la clase obrera para lograr reivindicaciones- ciertamente tienen un valor, pero también ha quedado claro que la medida debe ser siempre el último recurso por utilizar en las relaciones obrero-patronales.
Decimos esto porque quedan secuelas, pérdidas y demoras en las grandes obras, con la consiguiente necesidad de ejecutar jornadas extraordinarias de trabajo para remontar el ritmo y superar los atrasos y la natural debilidad en que queda la organización sindical como consecuencia de la medida de presión.
Además de estos factores, existe el natural temor de que la victoria obtenida por los trabajadores y la hábil negociación de los empresarios para salir airosos en las exigencias obreras se traduzca en un encarecimiento en la adquisición de bienes e insumos del sector.
Ojalá que no sea la clase media profesional del país la que pague los costos finales de la huelga, al encontrarse con el aumento de los créditos bancarios y los precios para la adquisición de una casa o apartamento.
Como hemos dicho antes: no se puede construir destruyendo; que la alegría de la clase trabajadora y los empresarios no sea fuente de desdicha para otros sectores de la economía nacional que también tienen derechos.