Las cosas se dicen en el tiempo preciso
Una vez concluyó el mal recordado encuentro de Panamá contra Estados Unidos salieron los colegas periodistas a hacer de las suyas. Destruyeron al director, a los jugadores, etc., etc. En ese momento inicié una cruzada de ánimos para la selección. Expresé que no era el tiempo para la crítica, unas veces bien intencionadas, pero otras, destructivas, donde más parecía un protagonismo del comunicador que del entrevistado. Hicimos leña de ese legionario que tantas glorias le ha dado a Panamá; me refiero a Felipe Baloy. Él reaccionó con palabras poco apropiadas y con señalamientos despectivos contra el periodista del diario La Prensa, que fue incisivo. “Póngase los zapatos de Baloy; viva la impotencia luego de la derrota que nos infligió Estados Unidos para que se dé cuenta de que más que un irrespeto de Baloy, estaba subyacente la actitud de un guerrero que, frente a la pérdida de una gran batalla, lanzaba gritos de dolor, de impaciencia, donde la zozobra, el llanto interno y las ganas de echar para atrás eran la piezas comunes del pensamiento”, le aconsejo. Y frente a este estado de ánimo de Baloy, un periodista que pincha por aquí y pincha por allá, y allí se dieron los resultados negativos para ambos.
Hizo bien quien decidió que después de ese amargo desenlace con Estados Unidos se aprobara un silencio total y cero relación con los periodistas. Y es que, si analizamos con frialdad, fueron pocos los comunicadores los que se dieron a la tarea de consolar a la selección, de darle fuerza, de contribuir con esa milla extra que tanto necesitaban nuestros muchachos después del desastre en EE.UU. Hoy veo que Baloy sale disculpándose; no, mi amigo legionario, usted no tiene nada por qué avergonzarse; usted lo dio todo; nos regaló momentos inolvidables. Si dijo una que otra palabra fuera de lugar, pues cuente con mi comprensión. Hay que vivir esos momentos de angustia para reconocer que hasta en el desahogo se es legionario. Y si la gente piensa que cometió errores, más grande es la falta del medio que las reprodujo. Es como el ejemplo de esa joven que iba desvistiéndose en plena avenida, mientras estaba acomodada en el ventanal de un vehículo en marcha. El error no fue tanto de ella, el mayúsculo fue el de los medios electrónicos que por buscar sintonía y caer en los más bajos terrenos del amarillismo y el sensacionalismo pasaron las escenas una y otra vez.
Soy periodista, soy profesor universitario, donde he formado a miles de orientadores de la opinión pública. Hoy lo reafirmo y retomo aquel título de uno de mis tantos escritos. A veces nosotros más que profesionales que buscan los hechos, parecemos buitres esperando ver y oler dónde está la carroña para llevarles a los usuarios de los medios el aroma de esa carne podrida encontrada. En el país hay tres personajes que tienen a la población con la presión alta y alarmantes niveles de estrés y son: el periodista, el abogado y el político. Ubíquelos usted en el orden de prevalencia.
Un abrazo grande a mi selección de fútbol. Yo estuve orando por ustedes; de mi boca no salió comentario alguno para denigrarlos, y repito, Felipe Baloy no tiene nada de qué disculparse. Su reacción fue natural, normal de un guerrero que deseaba triunfar, pero la derrota ante Estados Unidos lo llevó a cometer algunas ligerezas con la boca. Pregunto, ¿a Roberto Durán no le perdonamos cuanta barbaridad dice y lo peor, la publican? Él es una vaca sagrada y Felipe Baloy también lo es.
Espero ir a Rusia para continuar con este éxtasis, con este sueño hecho realidad. Gracias, selección, por callarles la boca a muchos, aunque, admito, como defensor de una democracia auténtica siempre lucharé para que todos digan su verdad, aunque muchas veces no la comparta o me cause algún malestar. Es mejor el exceso de la expresión que la censura. Abrazos y muchas bendiciones.