Opinión - 22/8/17 - 12:00 AM

Se venden amigos

Por: Jorge Enrique Mújica Columnista -

¿Quién no ha experimentado la necesidad de tener un amigo? Ahora parece tan fácil. Basta tener la cartera llena y la voluntad de ir a los grandes almacenes, dirigirse a la zona de aparatos electrónicos, pagar en la caja y listo, amigo nuevo. Y es que el ser humano, lo sabemos, es el ser social por antonomasia. No puede vivir solo y busca quién le acompañe.

Probablemente, esa necesidad de querer conseguir “amiguitos” que tienen como corazón un “chip” y como cerebro un “giga” procede de una actitud, un “poquitín” cerrada, depositada en ese afán nuestro de no ser reprendidos, de que nadie reproche nuestros errores y seamos soberanos absolutos en el conducir nuestra libertad según nos plazca, aunque el modo no sea el idóneo.

Todos esos artefactos pueden bien suplir un mínimo sector de la necesidad de cariño y compañía, pero jamás serán del todo veraces. Una amistad de carne y hueso, una verdadera amistad, de esas que se sufren, que se trabajan, que se forjan en el día a día de la vida; esas amistades que te brindan apoyo en el fracaso y comparten contigo en los momentos de éxito, son plenas porque saben apoyar y saben aconsejar según corresponda.

Pero aunque el último modelo japonés de máquina desarrollada llegue a parecer un androide, nos limpie la casa, nos haga “piojito” y dé masaje, no por ello dejará de ser eso, una máquina programada sin corazón, sentimientos y, lo que hace grande una amistad, sinceridad y comunicación.

¿No resulta más fácil y enriquecedor abrirse al conocimiento de otros seres humanos? Tal vez solo es cuestión de quererlo, de aventurarse a la comprensión y aceptación de los demás; es más que cierto que en el mundo hay muchos con quienes nuestro “clic”, “simpatía” o “química” puede tener un excelente campo de experimentación. De cada uno depende. ¿Se podrá?