Sensual
En la cantina de la calle primera Parque Lefevre, no existía el control de volumen. Por un real, una máquina le permitía escuchar varias canciones populares del momento. Los bailadores las oían muy altas. La casa paterna estaba a unos cien metros, pero en la noche el escándalo llegaba a mis oídos como si estuviera en la pista de baile. Antes de dormirme podía escuchar varias canciones, que se repetían noche a noche. Por eso, a más de medio siglo, todavía recuerdo las letras de algunas de ellas. Ya de adulto y con estudios de Sociología, comprendí que ciertas tenían unos mensajes cargados de sensualidad.
Esto me ha permitido afirmar que la sensualidad que ahora afecta mucho a niños y jóvenes panameños es bastante antigua. No recuerdo los títulos de varias canciones. Por eso mencionaré parte de lo que decían, y que algunos tomaban como chistes. Una de estas canciones se refería “A la mujer de Antonio”. No hablaba de sus virtudes domésticas ni la cultura que tenía… ¡sino de la forma cómo caminaba! Con malicia el cantante indicaba que dicha mujer, cuando iba al mercado, caminaba así (¿?). Allí se hacían movimientos sensuales, que los bailadores disfrutaban. La canción seguía mencionando diferentes lugares a donde iba la citada señora. En todos ellos, los movimientos de la forma como caminaba eran de burla.
Otra canción se refería a la manera cómo bailaba una joven. A todo pulmón, el cantante señalaba “mírala cómo baila pegadita de los hombres…”. Agregaba que a esa chica le gustaba que los hombres se le acercaran durante el baile. Mi mente se va en el “túnel del tiempo” y recuerdo los bailes en el Instituto Nacional en los años cincuenta. Varios profesores, con un metro de madera, circulaban entre las parejitas, y si estaban muy juntos, los separaban con el metro. Otra canción maliciosa decía que un hombre metió la mano y los pies a lo oscuro, y había hecho un lío. Añadía que el sujeto sacó la mano y arregló el problema, dejando mucha sensualidad a la imaginación.
Música que hizo furor tenía un mensaje racista y lujurioso. Una joven le preguntaba a su madre “que es lo que quiere el negro” de manera maliciosa. Se refería a la relación íntima que ella no conocía. También se bailaba (y se baila todavía) con gestos vulgares y risotadas. Estas canciones venían del extranjero y tenían éxito entre jóvenes y adultos de la época. Tal hecho me ha permitido como sociólogo advertir que la sensualidad en la música no es de ahora, ni exclusiva del reguetón. (Dice el Cholito Mesero, sobre la sal, que la mayoría de los panameños no come en restaurantes).