Yuca atemoriza a Penonomé
Cinco años llevo retirado felizmente acá en las montañas de Coclé, después de casi 40 años de convivencia pacífica y alegre en Cerro Viento de San Miguelito. Y, si de alguien me recuerdo con un cariño especial, es de los nueve “piedreros” que conocí. Cuando se murió el último, a quien le apodaban el frutero (mangos, marañones de todas las veredas y calles los recogía para venderlos), me di cuenta por la mosca que se metió en mi tazón de café, señal que ya nadie recogía los mangos y por eso zumbaban las avispas alrededor de uno.
Yuca es el calco de los jóvenes víctimas de las drogas en Panamá: de buenos padres, emprendedores, inteligentes y que logran graduarse de secundaria, trabajar y hasta casarse algunos, pero tropiezan con las drogas y ya ustedes conocen el resto mejor que yo. Los míos estaban sí; flacos, cabezones y a veces andrajosos, pero sobrevivían, hasta que alguien en ese tenebroso negocio ordenó no mercadear más la zurrapa de la cocaína, “la piedra”, y entonces los piedreros se vieron obligados a comprar drogas de laboratorio, carísimas y cuando no contaban con “chavos” lo más socorrido era y es, oler pegamentos químicos hasta el aturdimiento, cosa que ha llevado a la tumba a muchos antes de tiempo. Por eso retiro mis maldiciones contra Yuca, que me violó la puerta del carro frente al Banconal, mientras cambiaba un chequecito.
Penonomé es de un corazón enorme, no por lo que ustedes saben, sino porque a Yuca lo aman, pues se nota cuando hablan de él. A mí me consolaron porque no me llevó nada, solo dañó la puerta y desordenó unos libros viejos usados que me mandaron de Colombia de autores nada menos como: Virginia Woolf, Joice y Faulkner. Y si se rieron hasta doblar la barriga del tipo que estaba ganándose un camarón en el Dos Continentes y que trepó en una escalera prestada para limpiar el “volao” y cuando miró para abajo vio sorprendido cómo Yuca llevaba la escalera para otro que también la necesitaba. Dicen que la vendió en tres dólares. Yuca no se queda tranquilo a pesar que cuentan en la Universidad, que las autoridades lo han golpeado en varias ocasiones. Por su parte, algunos ciudadanos atemorizados han optado por dejar sus autos con alguien, mientras van al súper, a los bancos o a las misas domingueras por miedo al gran Yuca, que no se roba absolutamente nada si lo comparamos con la basura que vemos a diario de políticos y gobernantes.