Carnaval con olor a mariguana
Mantengo desde hace más de cincuenta años entre otras costumbres, la de hacerme el bobo, también la de escuchar atentamente y después sacar mis conclusiones, estas me han dado resultados positivos increíbles , pero ya me estoy aburriendo y no se extrañen que de repente les digan que estoy mandando a la gente a freír mono con mucha frecuencia.
Comencemos a subir la palma de coco, desde abajo. A cuanto carnaval masivo en donde he rumbeado he sentido el olor de la mariguana: Panamá, Coclé, Las Tablas, Jamaica, Bonaire y un etcétera grande ¿Por qué conozco la mata de “quenque” y su penetrante olor? Bueno, desde pequeño (cinco años) ayudé por dos años a un señor muy respetable a limpiar sus tomatales de montaña; sí notaba que había unas plantas de tomate que crecían más que las otras, pero que nunca daban frutos. El viejo salía al mercado de La Chorrera cada quince días con cuatro recuas con sacos de yuca, mameyes, zapallos, cocos y ñames…pero nunca con tomates. Un indio cuna a quien le decían el machigua venía hasta Capira a trabajar en las montañas de mi amigo cada tres meses por una semana, nunca pregunté, pero ese indígena se retiraba a una quebrada a fumar y el olor me llegaba desde la distancia, siendo el mismo al que sentí al entrar a la “U” y cuando me machacaron un chinche mamón (El del tripanosoma Cruzi) Zona del Canal y cuando quemé unas hojas de guanábana toreta allá en el Perequeté. Recuerdo que cuando mi amigo, el señor me dijo que no lo ayudara más, no le pregunté pero me dijo que yo estaba muy pequeño y me dio como preaviso uno de los mejores regalos de mi vida, mi primer libro: el Código Civil colombiano en donde aprendí a leer y a escribir.
Si nosotros despenalizamos el uso privado y el cultivo de la mariguana, reglamentándola casi como al licor, creo que nuestro fisco tendrá obligatoriamente que construir bodegas para guardar los caudales por los ingresos motivados por los diferentes impuestos sobre la mariguana, porque hasta en los balnearios de ríos y playas ya se siente ese olor a mirto seco y nadie dice nada. Y lo peor no es que los consumidores dañen sus hipotálamos, pulmones y cerebros, lo malo es que para obtenerla tengan que acudir a peligrosísimos narcotraficantes.