Compasión
Hay diferentes formas en que podemos sentir misericordia. Podemos sentirla como aquel que está agradecido de no estar sufriendo los males del otro. También podemos compadecernos de la situación precaria del otro, pero siempre vista desde arriba, como aquel superior que mira con tristeza la miseria del inferior. Pero existe un tipo de misericordia en la cual sentimos una conmoción dolorosa por alguien cercano, a quien amamos y consideramos uno de nosotros. Esta es la misericordia que tiene Jesucristo por nosotros y que nos enseña que debemos tener por nuestros hermanos.
El papa Francisco, en el mensaje de Cuaresma del año 2014, lo explica de la siguiente manera: "La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica".
Esta unión se produce a través de una profunda solidaridad con el otro imitando “…los mismos sentimientos de Cristo Jesús, quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios, sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo…” (Filipense 2, 5ss).
Nunca se puede ser verdaderamente solidario si no logramos vaciarnos de nosotros mismos para tomar la condición de aquel a quien queremos ayudar. Meditemos los sentimientos de Jesús y hagamos las cosas a su manera. De otra forma, nuestro acercamiento siempre será filantrópico y no a la manera de Cristo.