Opinión - 25/12/17 - 12:00 AM

Día

Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

¡Al fin llegó el día de Navidad! Mi mente se va por el “túnel del tiempo” a los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. En la calle Primera Parque Lefevre donde estaba la casa familiar, los niños se levantaban temprano ese gran día. Iban corriendo a ver qué les trajo el Niño Dios o Santa Claus, y miraban con ansias el piso donde estaba el árbol navideño. Gritos de alegría se escuchaban al ser encontrados los juguetes soñados.

También uno que otro llanto, porque “se olvidaron” de los regalos que ansiaban recibir. Temprano la calle se llenaba de risas, gritos, una que otra protesta por no recibir lo pedido.

En esa época, los regalos navideños eran sencillos. Sociológicamente se basaban en el sexo y los “roles” (funciones) de cada uno. Los varones recibíamos revólveres de papelillo. Se iniciaban “guerras” entre los bandidos y los buenos. Se hacían tantos “disparos” que el aire se llenaba de humo. Muy pocos lograban las ansiadas bicicletas, porque la plata no sobraba en las familias de la calle. Por lo general llegaban los fuertes patines de hierro, que soportaban la calle de asfalto llena de huecos. Añada los “scooters” de dos llantas, la “bicicleta de los pobres”. Hasta “caballitos de palo” recibían los más chiquitos, que recorrían el lugar como si fueran expertos jinetes.

A las niñas les traían muñecas y juegos de té, que realmente pretendían irlas preparando para ser madres y dirigir una familia. Hizo escándalo la aparición de muñecas que se “orinaban”, lo que daba más realismo a las futuras madres. No era de extrañar que se improvisaran mesitas con pasteles de lodo, sopa de polvo y ensaladas de hierbas. Cuando invitaban a los amiguitos, por lo general, ellos no se sentían bien, porque preferían los juegos de acción.

Al finalizar el día, se veía a madres buscando juguetes de sus hijos en las casas de los vecinos, sin ningún problema. Ahora la celebración de Navidad en la calle de mi infancia no existe. No se ven niños disfrutando los juguetes, sin peligro que los atropelle un auto. Las celebraciones se hacen en las casas, por seguridad para los chiquillos.

Cada familia se encierra en su zona de “confort”. Algunos hacen regalos complicados a sus hijos, por aquello de la época tecnológica. No es conveniente que padres conviertan los juguetes en “símbolos de posición social”. Supe de casos donde se llenaba al pequeño de modernos juguetes, que ni los adultos a veces podían usarlos. Alguien le dio quince juguetes a su hijo, lo que lo confundió. Al final el niño se fue a jugar con su “caballo de palo”. Comprendemos que las sociedades progresan y el modernismo afecta la sencillez de la Navidad. (¡Qué lástima!).