Opinión - 25/3/18 - 12:00 AM

El burro del Domingo de Ramos

Por: Por: Julio César Caicedo Mendieta -

En todas las denominaciones cristianas en que he participado a lo largo de 70 años, he celebrado conjuntamente la pasión que provocó Jesucristo en su primera entrada a Jerusalén. A los diez años me convertí en uno de los mejores artesanos del pueblo haciendo cruces con espigas de palmas bendecidas por el cura de Capira y las regalaba, y los que no las clavaban en sus puertas no las recibían más, y por eso me tildaban de “jodido”, hablaban mal de mí y me trataban tal como si fuese un político corrupto dispuesto a reelegirme, a pesar de todo. Esta Semana Santa vamos a hacer justicia con el burro que cargó a nuestro Señor y que injustamente no está en el “Top ten” de los animales más famosos: El burrito del Domingo de Ramos.

Estamos seguros de que usted ha escuchado por radio, prensa y televisión los nombres de Lassie, Chita, Keiko y hasta el de la paloma mensajera de la Segunda Guerra Mundial: Cher ami; pero nunca, nunca al burrito del Domingo de Ramos, he averiguado en la Biblia, en internet hasta en el almanaque mundial y nadie sabe su nombre, a pesar de que es el único cuadrúpedo a quien le dieron la misión de cargar la luz del mundo sobre sus lomos.

El Domingo de Ramos de la Semana Santa pasada, atraídos por la invitación del padre de la iglesia San Martín de El Coco de Penonomé, asistimos armados con ramos de pencas varios vecinos del famoso corregimiento del distrito de La Pintada: El Potrero. Decenas de Piedras Blancas, los familiares de Juan Bautista Escobar del Magué, los Tejeira de El Hueco de las Tablas y mucha gente de la Madera. Todos queríamos ver, junto con nuestros hijos y ahijados, cómo vestían y adornaban al burrito que iniciaría la procesión mañanera delante del padre, la banda musical y nosotros los creyentes.

El burrito del Domingo de Ramos de El Coco de Penonomé no es cualquier jumento. Uds. apreciarán si acuden antes de las siete de la mañana, a un burrico muy adornado con arreos y accesorios de fantasía, pero lujosos, totalmente desparasitado, con todas las vacunas y acostumbrado a circular por cualquier sitio. Es una maravilla imaginarse cómo los huecos de las calles que también adornan el recorrido de la procesión se apartan ante el paso del burro del Domingo de Ramos.


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