El fin del estudiantado cívico
Hace 53 años Panamá se encontraba en un momento crítico, en el que todos sus derechos como nación estaban sometidos por las disposiciones de un ejército extranjero a lo largo y ancho de su territorio.
Los sectores populares sufrieron en gran medida las represiones que buscaban acallar el deseo imperecedero de deshacerse de un régimen colonialista que no pidieron. Pero un día todo cambió, y, de pronto, sobrevino la más heroica y dignificadora gesta que se había presenciado en la historia istmeña.
Los estudiantes se dieron cuenta de que había llegado el momento de hacer respetar la bandera nacional, llevándola hasta la Zona del Canal con el objetivo de izarla; al movimiento se unieron todos los panameños que participaron con el ímpetu de reclamar su soberanía flagelada por tantos años.
El sector estudiantil, adolescente, abrió trochas mediante esta odisea para escribir una página gloriosa de la realidad confrontada por el país. Las calles se cubrieron de sangre y coraje, sintiéndose el fervor patriótico que movía a la nación en busca de su libertad.
Las luchas estudiantiles alcanzaron un auge fenomenal durante el inicio del siglo XX, y federaciones estudiantiles encabezaron variadas veces movimientos reivindicativos muy marcados.
El estudiantado lideró movimientos históricos innegables.
Durante las negociaciones de los Tratados Torrijos-Carter se pudo observar con gran distinción la participación del alumnado dentro del proceso de emancipación diplomática que el pueblo exigía a gritos. Sus aportes coadyuvaron al cambio de la tiránica perpetuidad a que éramos sometidos inclementemente, y el panameño al fin lograba ver que la influencia dominante extranjera tenía fecha de cumpleaños.
¿Qué ha pasado a la fecha con los afanes estudiantiles patrióticos? Nuestro istmo centroamericano tuvo un periodo de oscuridad en el que se silenciaron los grupos estudiantiles junto con sus ideales de liberación, los intereses foráneos a la justicia acallaron a los líderes sociales de la nación.
Hubo un momento, en 1987, en donde el pueblo por última vez se unió para acabar con el despotricado gobierno que imperaba en la nación.
Otra vez, el ejército colonial con armas de exterminio irrumpió en la patria sin compasión; esto desembocó en un caos descomunal en donde imperó luego el pillaje y los saqueos: electrodomésticos, equipos electrónicos, alimentos, ocurrió de todo; pero ninguna librería sufrió este fatídico destino.
La juventud nacida, luego de 1989, creció en un clima donde la necesidad fue sinónimo de saqueo, lo cual dio paso al expansionismo desmedido de antivalores en nuestra nación.
En la actualidad la democracia volvió, el Canal pasó a manos panameñas y los gringos abandonaron aquella gran franja con un gobernador que no hablaba castellano.
Hoy, los últimos gobiernos han disuadido a los disidentes cívicos, comprando su conciencia mediante subsidios que fortalecen la ignorancia y promueven la desidia en la juventud; acallar a los dirigentes cívicos, incluido los estudiantes, es la fórmula universal y la local, para adormecer conciencias, todo ello para mantener los clanes que dominan política, economía y poderes públicos.
El pueblo consiguió alcanzar la esperada libertad, pero el estudiantado que en 1964 se encontraba en su cúspide, luego de 1989 olvidó lo que significaba lucha y sacrificio, para dar paso a la ignorancia y la indiferencia.
Hoy, nosotros los estudiantes nos encontramos ante una crisis de identidad patriótica, porque hemos olvidado nuestro papel dentro de la escena nacional para sacar hacia delante a Panamá.