Opinión - 27/2/13 - 08:24 PM

Esperanzas

Un domingo, cuando la familia Desmore terminaba su frío paseo a la isla Kodiak y su pequeña embarcación los llevaba de regreso a la Bahía Larson en

Hermano Pablo / Reverendo

Un domingo, cuando la familia Desmore terminaba su frío paseo a la isla Kodiak y su pequeña embarcación los llevaba de regreso a la Bahía Larson en Alaska, sufrieron un percance. El barco se hundió con Misty, de tres años, una prima, su madre y su abuelo. Los guardacostas pudieron salvar a la madre y a la prima de Misty, pero el abuelo, Archie, de cincuenta años, murió de hipotermia.

Las esperanzas de los esforzados guardacostas no eran muy alentadoras en cuanto a la pequeña Misty, a quien no encontraban, y el tiempo transcurría en forma amenazante. Por fin hallaron a la niña, que flotaba boca abajo en las heladas aguas del Pacífico Norte. Misty había dejado de respirar hacía casi cuarenta minutos.

El doctor Marty, médico de los guardacostas, personalmente succionó casi un litro de agua marina salobre de los pulmones de la niña. En unión de su ayudante, le aplicó la respiración artificial hasta que ella comenzó a respirar por cuenta propia. Fue así como Misty se reanimó casi milagrosamente, y recibió cuidados intensivos en el Hospital Providence de Anchorage.

Si sentimos que ya no podemos respirar libremente, que estamos muertos en el interior, y reconocemos que el único que puede reanimarnos es Dios, es hora de que se produzca una verdadera y milagrosa resurrección en nuestra vida.

Dios envió a su Hijo Jesucristo al mundo para rescatarnos, dando su vida como precio por nuestra libertad. Aceptemos el perdón que nos ofrece y el aliento de vida eterna.