Opinión - 15/8/17 - 12:00 AM

Fundación de Panamá

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El aniversario 498 de la fundación de la ciudad de Panamá, que hoy conmemoramos, se da en medio de un grave deterioro citadino, que apunta más que nada a la incapacidad del Gobierno de darles respuestas a los problemas de la ciudad y, por extensión, a sus residentes.

Varias centurias han pasado desde la fundación de la “muy noble y muy leal” ciudad de Panamá, el 15 de agosto de 1519 por el español Pedro Arias Dávila, desde entonces la ciudad ha crecido en medio de miserias, abundancias, desorden y carencias.

Panamá es una ciudad de contrastes, con evidentes signos de prosperidad en algunas áreas, mientras que en otras son apreciables los cinturones de miseria, en los que saltan a la vista las desigualdades sociales.

Es inocultable la delincuencia rampante que ha convertido en áreas rojas vastos sectores de la ciudad, por las que no se puede circular con seguridad a ninguna hora del día.

Por otra parte, la suciedad y la incuria se notan a leguas, dándoles a propios y extraños una visión deprimente de la urbe metropolitana.

Qué decir de las calles llenas de huecos, otras en pésimo estado, que constituyen un calvario para conductores y transeúntes, a las que también sumamos el tranque nuestro de todos los días, convertido en una cruel e insufrible realidad.

Y una vez más, hoy veremos los vistosos discursos de los personeros oficiales en los actos de conmemoración de la fundación de la ciudad, sin que esa tradicional palabrería oficial se transforme en hechos concretos que conlleven mejoras a la calidad de vida del ciudadano de la metrópoli.

“Res non verba”, hechos, no palabras, es la traducción del aforismo latino, que es un anatema a la inacción y paja mental que todos los años se tiran nuestras autoridades con ocasión de la fecha clásica de la ciudad de Panamá.