Opinión - 19/5/17 - 12:00 AM

La corrupción de la carne

Por: Carlos Singares e Itzel de Singares Siervos del Señor -

"Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero", 1 Corintios 15:31.

Nos llama mucho la atención el uso que los hijos de desobediencia hacen de la Palabra, en cuanto a que creen que los cristianos están llamados a vivir en este mundo materialista una vida de satisfacciones, riquezas económicas y de disfrute de todo lo carnal y superficial. Cuando la Palabra es clara al señalar que solo a través de muchos padecimientos tendremos acceso al Reino de los Cielos.

Han pervertido la Palabra, para ellos, en un cuento de hadas, en un espejismo, un oasis inexistente de riquezas, que por cierto solo disfrutan los apóstoles y mercaderes de la fe que han convertido a la religión en un negocio para enriquecerse ellos, sus familiares y seguidores. ¿Es posible que Dios quiera a los cristianos millonarios y gozosos en una abundancia mórbida?

La salvación predicada por el Cristo es espiritual, pues llama a atesorar en el Cielo donde el orín y la polilla no pueden destruir ese tesoro de vida eterna. No se confundan, Dios nos da todas las cosas para disfrutarlas no para idolatría o amor al dinero, vanidad y prosperidad. "Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción", 1 Corintios 15:50.

No es la carne de placer y pecado la que va al cielo, es el espíritu del hombre. Hay que tener mucho cuidado con esto, pues cientos de millones de personas que se dicen cristianos, que actúan como tales, apariencia de piedad, no están en pos de Cristo y su Palabra de verdad; están detrás del oro de las sinagogas de Satanás, de la falsa Iglesia y los sacerdotes hijos del diablo que predican la prosperidad porque eso es lo que quiere escuchar la carne y anhelan la satisfacción de sus deseos y vanidad. Hermanos, nos congregamos en el Cristo que es la única y legítima Iglesia que santifica y salva. Testificamos de Cristo. Amén.