La indolencia humana

Por: René Hernández González -

Hace muchos años ver a un piedrero sacar restos de comida de un tinaco de basura era una novedad. El primero que apareció fue en los lados del corregimiento de Calidonia. La gente se alarmó y corrieron a darle alimentos recién salidos de la cocina. En ese instante se encendieron las luces de preocupación y hubo varios comentarios en los medios de comunicación social. La novedad nos alarmó; nos llevó a unos estadios de preocupación donde propios y extraños nos mirábamos con asombro. ¿Cómo un país tan rico, con tantos recursos, permite que una persona busque entre la basura algo para comer? Fue la pregunta de un comentarista radial. Tal vez, para los patidifusos, ese suceso que se daba frente a las narices, podía ser una novedad, pero desde hace mucho tiempo hay niños que mueren de hambre. Son los descamisados, aquellos cuyos padres no se han atrevido a parir la tierra con diversas huertas, sean hogareñas, escolares o de cooperativas. Me refiero a nuestros hermanos de la comarca.

Con el correr del tiempo ya no fue un piedrero, de la noche a la mañana se multiplicaron como los panes y los peces que repartió Jesús luego de sus prédicas. Una amiga que estudiaba en el extranjero, donde una escena como la que narro, era habitual y lo sigue siendo, me escribió para narrarme lo dantesco que veía… “¡Por suerte, René… en mi país no existe eso…gracias a Dios!”

En ese momento la saqué del error para decirle… “no amiga, por acá ya importamos esos comportamientos.” Hay los que duermen en una silla de cemento fría teniendo como testigo al cielo, uno que otro mosquito, a veces calor y en otras lluvia.

Por acá también hay personas en harapos rebuscando en los tanques de basura alguna migaja para comer. Este abrebocas de hoy corre el telón para conversar sobre la dama que se lanzó, junto a su carro, a las aguas adyacentes a la calzada de Amador. No sé los pormenores del accidente, pero algo debió atormentarla para tomar esa decisión mortal.

Y mientras ella tenía el pie quieto en el acelerador de la máquina los mirones, algunos, le advertían que se detuviera, mientras que el resto, la mayoría, se convirtió en directores cinematográficos. Ellos seguían cada movimiento con sus celulares encendidos en modo filmación.

Ahora me dicen que pudieron salvarle la vida convenciéndola para que no acelerara. Otros dicen que alguien pudo lanzarse al agua para rescatarla. Ni una cosa, ni la otra sucedió. La dama, ahora, forma parte de las estadísticas de muertos por accidentes de tránsito. ¿Qué dice la Real Academia de la lengua sobre la palabra indolente? Así, a vuelo de pájaro sería la negación del dolor, es decir, persona que no siente dolor. La indolencia se está apoderando de la humanidad. Pasamos por un ventanal, un corrillo o una acera… vemos a una persona que sufre, tirada en el suelo, y no nos conmovemos.

El indolente es aquella persona que no se conmueve ante el dolor… no actúa y abandona a su compañero herido en el campo de batalla. El indolente es aquel que está forrado de dinero mientras ve que al vecino que no cuenta con monedas ni para comprar alimentos. El indolente es aquel que va en su carro y observa a dos señoras de avanzada edad cargadas con sacos pesados y no se detiene para darles un aventón.

El indolente es aquel que no se conmueve frente a las lágrimas de un niño descalzo. Decía mi suegro que en cada piedrero hubo una oportunidad de ser mejores ciudadanos, pero la desaprovecharon en su momento.

Con el tema de la calzada de Amador se retrata la INDOLENCIA en mayúscula. Ahora, dirán algunos que a como están las leyes es mejor huir de estos escenarios. ¡No señores, primero tiene que estar ese comportamiento humanitario y de solidaridad para socorrer a quien necesita de nosotros!

Sigamos teniendo fe en la humanidad… el día que se acaba será el inicio del fin del mundo. No importa que te engañen, que no te paguen, que no te ayuden, actúa como lo dicen las escrituras. Ya llegará el momento en que sin buscarlo recibirás las bendiciones, sean de manera directa o a través de un familiar cercano.

Tenemos que estremecer a la humanidad para que deje ser indolente. Y este fenómeno está creciendo como la verdolaga. Hagamos un alto y reflexionemos sobre lo ocurrido y que forma parte del punto central de mis pensamientos. ¡Abrazos y feliz domingo!

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