Las olas de la migración ( III )
La poca alternativa que los dirigentes del Gobierno le presentan al campesinado es como cuando llevamos las reses al matadero, y así anunciarán en el Consulado panameño en China, la venta de nuestras tierras al coloso asiático... para que en un par de años, cuando los chinos construyan el tren bala de Panamá a Chiriquí y Panamá-Darién, por esas mismas tierras, las veamos valoradas en millones de dólares, pero en manos de extranjeros, o extranjeros nacionalizados panameños, pero en un círculo cerrado, y en la mayoría de los casos dentro de su comunidad asiática.
Este mismo fenómeno migratorio del interior se repitió hace décadas, provocado por el desplazamiento de campesinos que emigraron cuando surgieron barriadas invadidas en Arraiján, San Miguelito, Tocumen, Pacora, que se han ido lotificando, y el Gobierno entregando títulos de propiedad, cuya planificación de electricidad, agua y carreteras es producto de las improvisaciones del populismo, con la diferencia de que ya no hay más tierras para otra oleada de campesinos que agregará más problemas al círculo de pobreza que arrastra este oleaje interiorano.
No es un secreto que China es el país más poblado, con más de mil millones de habitantes, que el 70% de los productos que actualmente se consumen en Latinoamérica son productos chinos, que China ha comprado deuda a EE.UU., o sea, los gringos le deben a China; que la disciplina y la competencia de estos comerciantes nos llevan ventajas a los panameños.
Cuando los panameños estamos acostumbrados a ganar el 40%, 50% y hasta el 60% en nuestras transacciones, el chino pacientemente se gana el 10% y puede esperar 10 años para comprarse un carro. El panameño al año saca el crédito de un auto nuevo, querida y casa.
¡No estamos preparados para competir! Desde el punto de vista cultural, ni mucho menos con la capacidad de producir los insumos elaborados y preelaborados que vienen e importan de China para la comunidad china.