Libre
Dios ha creado al hombre libre, al conferirle el don de la inteligencia y de la voluntad, que le concede la capacidad de poder tomar una determinación sobre su propio destino. Por lo tanto, podemos decir que Dios ha creado al hombre dotándolo de la dignidad de persona, que es capaz de adueñarse de sí mismo. Como nos enseña la palabra de Dios: “quiso Dios dejar al hombre en manos de su propia decisión” Sirácidas 15, 14
La libertad es el poder, que nos da la razón y la voluntad de actuar, es decir, de poder realizar acciones deliberadas. El Señor concede el don maravilloso del libre albedrío, que permite que cada uno pueda decidir por sí mismo, su propio destino. La libertad es en nosotros una capacidad para crecer y madurar en el conocimiento de la verdad y la bondad, en la que Dios quiere que transcurra nuestra existencia.
Si nuestra libertad está dirigida al bien y la bondad y Dios es el sumo bien, por lo tanto, la libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios. Esto nace del principio de autorrealización de que todo ser humano es capaz de tender al perfeccionamiento. Es la libertad, la capacidad de alcanzar la perfección. En el camino que tomamos para alcanzar la plenitud, es allí donde nos encontramos con el concepto de bienes reales o aparentes.
La libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien real o bien aparente que le llamamos mal. Nuestras decisiones pueden convertirse en fuente de alabanza o de reprobación, de mérito o de demérito. La libertad es un gran don que entraña una grave responsabilidad, a través de ella definimos la plenitud de nuestra vida terrena y además la vida eterna.