Movilidad
Gracias al liberalismo social, herencia colombiana, los panameños amamos las libertades colectiva e individual, siendo esta última la que nos da derecho a elegir nuestro destino.
Y si algo nos caracteriza es que creemos que, mediante la enseñanza, alcanzamos el desarrollo socioeconómico, prefiriendo invertir en educación más que en vivienda.
Este criterio prevaleció en la década de los 60 del siglo pasado, cuando los gobiernos liberales crearon el Ifarhu que, por medio de las becas y préstamos, permitió que muchos estudiantes tuvieran acceso a la educación privada en Panamá y en el exterior.
En aquella época se crearon escuelas particulares, ya que la mayoría eran religiosas, por eso nacieron planteles nocturnos, técnicos, comerciales y tantos que llenaron las necesidades del mercado laboral.
Se dio esa diversidad de colegios no oficiales que sentó la base para el crecimiento de una clase media que se desarrolló en el país.
Esto es igual que cuando la Usma rompe el monopolio de la educación universitaria estatal y abre paso para que en los 90 se instalen otros centros académicos de igual naturaleza en un momento que el país necesitaba de recurso humano calificado.
No es que la educación pública no juegue su papel, sino que la particular tiene más flexibilidad para los retos de las necesidades laborales.
El crecimiento económico favorece más empleo calificado y por eso se habla de la migración de técnicos, porque la enseñanza de gobierno no da esos recursos humanos.
La educación particular ha sido un pilar en el crecimiento económico y en el desarrollo de una clase media que, además, libera al Estado de la responsabilidad de hacerse cargo de un sector de la sociedad.
La casi totalidad de los centros particulares están en barrios del sector de clase media, donde no hay colegios públicos.