Opinión - 24/12/17 - 12:00 AM

Navidad, un pesebre y una pasión

Por: Por: Rómulo Emiliani Monseñor -

Lo encontraron en un pesebre, era un niño recién nacido, y los ángeles condujeron a muchos pobres y sencillos a cantar himnos de alabanza a lo divino envuelto en el marco más austero de un ambiente campesino. Dios, que es persona, asume naturaleza humana sin dejar de ser divino y se introduce en el misterio de la vida finita sufriendo todo el proceso de crecimiento y muerte, para así ser como nosotros y demostrarnos su amor infinito.

Nace, como la mayoría de la humanidad, desprovisto de comodidades, en un lugar de pobreza radical, según la tradición, en humilde cueva, sitio de refugio de leprosos y bandidos. Allí están su madre y José en medio de una fría noche de diciembre. En otro mes igual, pero del 1224, un hombre llagado con los estigmas de la pasión quiere revivir el precioso momento e iluminado por el Señor, manda a un joven llamado “Juan Velitas”, del sencillo pueblo de la Umbría, Greccio, a preparar en un monte una representación del Nacimiento. Hay un buey y una mula y se configuran unas sencillas estatuas que representan a la Sagrada Familia. Con sus frailes y mucha gente del pueblo, humildes aldeanos, Francisco de Asís pasa la noche entre cantos y alabanzas. Se revistió con su dalmática y cantó un himno precioso al Señor y predicó del Niño Dios a todos. Fue una noche memorable aquella y es este el primer Nacimiento cristiano que se recuerda, para conmemorar el misterio y acontecimiento vivido en Belén. Y han pasado los siglos y nosotros seguimos haciendo en Navidad un belén en nuestros hogares, con muchas figuritas de barro y montañas y ríos caprichosos, con una cueva coronada con una estrella que significa lo excelso del evento.

Pero también en nuestros campos hay "nacimientos permanentes", en casuchas de piso de tierra con niños que lloran porque no hay para la leche, y madres y padres que se desesperan porque se enfermó la criatura y no se le baja la fiebre. Son los "belenes" que como producto de la cultura de la muerte contiene el drama de las "sagradas" familias pobres que esperan la visita de los reyes magos que no llegan, los mismos que se autodenominan "mesías" y que en el campo de la política, de fundaciones e incluso de gente de la Iglesia, han prometido cuidar de los pobres y se llenan la boca de "discursos huecos y fatuos" y no acuden presurosos como aquellos reyes de Oriente o los pastorcillos sencillos de Belén a adorar al Niño presentando sus ofrendas. Son los nacimientos de muchas de esas criaturas que se mueren sin haber llegado a ver la estrella de Belén, ya que Herodes sigue matando niños con el hambre, producto de la injusticia.