NICANOR VILLALAZ
Cosas curiosas que quedan para la historia, para algunos insignificantes y para otros difícil de asimilar, lo cierto es que al aproximarse nuestras efemérides patrias, es bueno recordad.
El 4 de noviembre de 2003, en el diario La Prensa / opinión. Maribel Cuervo de Paredes escribió un artículo que tituló ¡Apúntalo, Ivonne!
Entre otras cosas señalaba la autora del artículo lo siguiente: “La tenaz y ejemplar hija del autor del escudo, con voz firme y penetrante mirada, narra que su intenso e incansable deambular por instituciones del Estado panameño, así como las incontables visitas a políticos de todos los partidos y extensas charlas ante distintos clubes cívicos, tiene su génesis en un incidente de valentía cuando osó medir fuerzas con el caudillo arnulfista (Dr. Arnulfo Arias).
Doña Carmen, quien junto con su esposo Herbert Wolff alquilaba en 1939 una residencia de propiedad del Dr. Arnulfo Arias ubicada en Calle Venezuela, Bella Vista, exigió el cumplimiento de la cláusula del contrato notarial, al regresar de Alemania ese año, Arias pretendía rescindir el acuerdo sin honrar los términos establecidos. Nunca pensó doña Carmen que ese acto propio y enmarcado dentro del ejercicio correcto de sus derechos legales, fuese interpretado por Arias como un irrespeto, pues, según él, la hija del prócer había dudado de su condición de hombre de bien. Nunca imaginó doña Carmen que quien en su discurso proclamaba que “la voz del pueblo es la voz de Dios” ocultara con tanta maestría los más oscuros, mezquinos y ruines sentimientos. Nunca sospechó la valiente y digna dama que actuar dentro del marco del derecho, detonaría y alimentaría el odio visceral del caudillo y que fuese capaz de una venganza tan cruel y baja al punto que, para satisfacerla, atentaría contra la misma historia y contra uno de los patrimonios más sagrados del pueblo panameño: su escudo de armas.
En la pág. 99 de un librito de 110 páginas que doña Carmen imprimió hace dos años en homenaje a su padre, se lee del historiador panameño, Ernesto J. Castillero R., que “en 1949 se perpetró un golpe de Estado al Dr. Daniel Chanis, quien como primer designado subió al poder al morir don Domingo Díaz. Los políticos adláteres al Dr. Arnulfo Arias M., quienes lo consideraban ganador de las últimas elecciones, convocaron al recuento de votos y así lograron llevarlo al solio presidencial por segunda vez y antes de terminar el año, el 15 de diciembre de 1949, la Asamblea, mediante Decreto Ley N.º84 de 1949, reglamenta el uso de los símbolos de la patria y allí, por segunda vez, y sin relación alguna al título de las mismas, se atropella el escudo en cuanto a la subdivisión de 1946, la cual rige”.
Esa noche el corazón le palpitaba alegre; estaba a unos pasos de decir lo que había ensayado tantas veces a solas. Después de recibir la condecoración, llegó la ocasión de oro. Doña Carmen se acercó a la mesa principal y dirigiéndose respetuosamente a la presidenta Moscoso le dijo: “He venido a saludarla y quiero hacerle una visita”. La persona que estaba sentada a un extremo de la presidenta alertó sus sentidos para escuchar el diálogo que iniciaba la noble dama de cabellos grises. “Cómo no, con mucho gusto”, respondió sonriendo la favorita ex alumna de Arnulfo Arias. Doña Carmen amplió su petición “pero no en la Presidencia, sino en su casa” (buscaba observar las bandas presidenciales de Arias que custodiaba Moscoso). Manteniendo la sonrisa y sin elemento alguno que le indicara por qué la cita era en su casa, la presidenta contestó y ordenó: “Con mucho gusto, apúntalo Ivonne”.
Transcurrió el tiempo, la cita no se concretó. Doña Carmen, con su estirpe y a su edad, no tenía por qué suplicar; le parecía inconcebible que la subalterna Ivonne Yonng, ministra de la Presidencia, desobedeciese la orden presidencial. Varias veces llamó… jamás recibió respuesta. Entonces confirmó lo que muchos sabemos. Moscoso y sus adláteres llevan orgullosos la herencia recibida del caudillo que marca su sentir, actuar y estilo de gobernar. Aprendieron muy bien sus lecciones de mezquindad, venganza y mediocridad. Esta Gran verdad ya la conoce el pueblo…¡apúntalo, Ivonne”! Finaliza el artículo.
CONTINÚA.