Panamá está de salir huyendo, pero para dónde
La hipotética fábrica panameña de la corrupción tiene fuentes variopintas y de diferentes tamaños. De las que nos imaginamos ya han parido varias entre ellas: La Fifa, el centro bancario, los ministerios, ONG sin fines de lucro, buffetes abogadiles, la policía y hasta el Gobierno. Millones de panameños, desde la salida del señor Ricardo Martinelli, permanecemos sentados en los bordes de las sillas y comiéndonos las uñas, no tanto por los estragos al erario, sino por los delincuentes de baja y media ralea que dicen convencidos si ellos roban porque nosotros no. Así es la delincuencia, toma como excusa valedera la impunidad reinante para delinquir y obtener ingresos. Es decir, somos los que menos tenemos las víctimas de este laberinto que, a la sazón de que en otros lugares la cosa está peor, no se hace lo necesario.
Yo soy consciente, no sé si ustedes, que Panamá ha vivido en los últimos años de vida republicana de apenas 114 años, los momentos más importantes de nuestra historia moderna. Estamos entre los países pobres con la ventaja de poder vislumbrar nuestro futuro. Sin embargo, estamos enfrascados en venganzas y peleas casi idénticas a las de Porras cuando tuvo que ir a los EE.UU. a pedir orden en el Istmo, recibiendo una reprimenda que luego se las cuento. Miren es el momento para el pueblo panameño de trazar seriamente la ruta que seguiremos como país.
En un mundo donde los espacios se reducen, menos para Panamá, donde las opciones y los retos se multiplican y donde lo bueno y abundante debe dar paso a la calidad como premisa del desarrollo estamos haciéndonos daño. DS quiera que yo pueda ser “Repre” en el Potrero de La Pintada para demostrarles que los corregimientos deben ser manejados como si fuesen un país.